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miércoles, noviembre 23, 2016

A gotas...

Somos dos gotas de sudor húmedos de universo
partículas entrelazadas en las palpitaciones del tiempo
desencuentros encontrados entre silencios ciertos
el estallido de un beso en cósmicos misterios.

Somos complicidades transeúntes de historias
dos sueños atragantados en solitarias sombras
alientos derramados en amanecidos soles tatuados
un conjunto de palabras encarnadas de versos.

Somos un tumulto de átomos desnudos de Universos
la espuma del mar entre sábanas en noches inmensas
el crujir de corazones atragantados de hielos
dos cuerpos conversos húmedos de reflejos.

viernes, octubre 14, 2016

En defensa de la gente que lucha desde la música y el arte

Movimiento anti Kiosko El Pilón Borincano en La Guancha con los hashtag #yonoapoyoelpilonborincano #elpilonborincanoantimusicos

Desde hace casi dos años, el kiosko El Diario se ha vuelto un oasis para escuchar trova todos los jueves en la noche. Son de esas noches mágicas porque no es solo el cantautor o intérprete puertorriqueño invitado, sino que en los descansos de esto y al final de la presentación de los mismos, otros músicos de la zona se adueñan de la tarima dando paso a una bohemia por amor y en calidad sumamente intensa que dan ganas de volver y volver; Evento que no solo beneficia a El Diario sino a todos los otros kioskos a su alrededor.

Desde hace dos semanas, los músicos han tenido que tocar afuera del balcón que le corresponde al negocio por una querella viciosa y malintencionada que les radicara el dueño del kiosko vecino: El Pilón Borincano. Lo peor del problema no es solo ese, sino que el dueño de este negocio, dicho por las propias empleadas, les ha dado instrucciones para que, mientras está la música en vivo en El Diario, suban el sonido de los altavoces en abierto desafío e insulto a los artistas puertorriqueños que están invitados esa noche y otros que van a compartir su arte atentando contra la gente que se gana la vida allí y el desarrollo de músicos puertorriqueños. Para colmo, personas han pedido hablar con el dueño para pedirle, simplemente que mientras esté la música en vivo, bajen un poco su música, pero éste, en un acto cobarde, nunca ha querido dar cara y expone a sus empleadas a cosas que no les corresponden.

En defensa de los artistas puertorriqueños no solo de los músicos sino de otros como poetas y pintores que se exponen en vivo y pueden estar pasando por esta situación, pero comenzando por este asunto en La Guancha en Ponce, les pido que se expresen usando estos hashtag y que los músicos que este negocio de El Pilón Borincano invite a tocar en su negocio, se nieguen en solidaridad con sus compañeros.


¡¡¡No podemos permitir esta falta de respeto!!!!

jueves, octubre 13, 2016

Breve reflexión sobre el Premio Nobel de Bob Dylan



"Dama de los ojos tristes de las tierras bajas, 
De donde dice el profeta de los ojos tristes que no viene nadie, 
Mis ojos de almacén, mis tambores árabes 
¿Debería tal vez dejarlos junto a la verja? 
O, Dama de los ojos tristes, ¿debería acaso esperar?"
- Bob Dylan 
(Colección Visor de poesía 1972
Versión de Antonio Rasines)

"Lo cortés no quita lo valiente"
- Anónimo


Reflexión sobre Bob Dylan y su Premio Nobel: Vivimos una sociedad que nos impone sellos: Hijo, papá, abogado, maestro, escritor, músico, etc. No solo tenemos un sello, sino que cargamos varios; Algunos que ejecutamos y otros que nos imponen. Sin embargo, el ser humano tiene la capacidad de llevar los mismos y desarrollarlos con igual éxito según se lo proponga y tenga los méritos y disciplina que conlleva cada uno.

Antes que la gente conociera e idolatrara a Bob Dylan el músico, era una hombre común amante de la lectura, que tal vez comenzó a escribir desde algún remoto amor, que aun siendo blanco se formó en unas épocas llenas de discrimen social que lo marcó, que tuvo algún carro con problemas mecánicos y así asistía a sus estudios y lecturas poéticas y que eventualmente encontró que la musicalidad de sus poemas podía llevarlos a otros nivel con la poética de instrumentos musicales y así tocar consciencias. Entonces, la gente comenzó a conocer a Bob Dylan el músico y generaciones tras generaciones han quedado encantados por la letra de sus canciones, por qué, porque son poesía y él nunca ha cedido a la calidad de sus letras para satisfacer a una casa disquera. ¿Hay algo malo en eso?

Desde Gracia, la música y la poesía han estado íntimamente ligados. Por ejemplo, lírica o lirismos vienen del instrumento musical lira. En los tiempos de la antigua España, las noticias de pueblo en pueblo las llevaban los llamados juglares quienes contaban  las mismas en verso y muchas veces acompañados de instrumentos musicales. Los himnos de los países son poemas que se han muscalizado. Así sucesivamente música y poesía siempre han ido de la mano.

En estos tiempos: ¿Quién puede cuestionar la poesía en las letras de la música de Silvio Rodríguez? ¿Quién no ha sentido la poesía en las canciones de Joaquín Sabina quien además ha publicado varios libros de poema e igual el gran Luis Eduardo Aute? ¿Qué tal la poética en el bolero cubano y puertorriqueño o en las letras de Tite Curet Alonso? Cantautores poetas han musicalizado poetas de Octavio Paz, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Pedro Mir, Nicolás Guillén, Mario Benedetti, Violeta Parra, entre tantos otros. Acá en Puerto Rico, el trabajo exquisito de arreglos de Roy Brown con poemas de Juan Antonio Corretjer entre otros poetas; Zoraida Santiago con los poemas de Julia de Burgos; Walter Morciglio con poetas contemporáneos. ¿Qué de la obra poética de Antonio Cabán Vale o de Sylvia Rexach quienes han pasado por lo mismo que les comenté sobre los orígenes de Bob Dylan? El mismo Eduardo Villanueva que antes de ser trovador y cantar sus décimas, ya era poeta. El trabajo de composición de canciones de Jannette Becerra siendo ella poeta. Entre otros tantos ejemplos en nuestra Isla.

En España, por alguna razón que desconozco y me gustaría estudiar, se está dando un fenómeno generacional de este tipo en dos líneas: Cantautores que están incluyendo a poetas con sus textos recitados en sus discos y presentaciones; Y poetas que tienen buena voz y tocan esencialmente guitarra que han musicalizado sus poemas o hecho arreglos de los mismos. Poetas como Ismael Serrano, Marwan, Diego Ojeda, Pedro Pastor, Fran Fernández, Pedro Guerra, Jorge Castro, entre otros. Cantautores jóvenes con sensibilidad de poetas como María Rosalén, La Otra, Adriana Moragues, La Mare, Kike Ruiz, Andrés Suárez, entre otros.


Como lector, creo que el premio de Bob Dylan es merecido y que con ello, como debe ser, se premia una trayectoria que ha trascendido el tiempo, idiomas, generaciones. Enhorabuena por la poesía y las letras…



miércoles, agosto 10, 2016

Diario de un poeta viajero: Festival de Poesía Joven Amílcar Colocho en El Salvador - Día 6



Día 6

Desperté sintiéndome horrible del estómago, teniendo que ir al baño cada 5 minutos y dudando seriamente si podría ir a la lectura y actividades del día. Al salir del cuarto, fue lindo ver que los que no estaban quedándose en la casa habían llegado y sentir el cariño de todos preocupados por mi salud. Luego de lavarme la boca y cara, se me acercó Eli y Emín; Eli me dio un líquido y una pastilla para bacterias en el estómago y Emín me preguntó si quería otro té de orégano a lo que dije que sí. Cuando Emín me trajo el té, Marisol convocaba al grupo para irse caminando a desayunar al comedor de la Niña Gloria. Yo le dije que no me sentía bien para ir y que si podía, que me trajera unas frutas. Mientras ellos no estaban, entre el medicamento y el té me sentí mucho mejor el estómago. Descansé un rato más en mi cama hasta que llegaron. Nos sentamos todos en el Maguillo y entre historias, chistes y ocurrencias, me comí gran parte de las frutas. Luego de casi 10 minutos que no sentí molestia en el estómago, decidí que me iría a la lectura y aventuras del día. Así que me di un baño, me preparé rápidamente y nos fuimos.

Ese día el grupo nos dividimos en tres. Yo fui junto con Yenny, Emín y Mely a Santa Tecla y fuimos llevados en el carro del maestro que coordinaba la actividad. Al llegar al pueblo, Yenny y yo nos reímos por el doble sentido del nombre del mismo y nos prometimos que antes que se acabara el día, nos haríamos una foto en un letrero con ese nombre. La ruta fue llena de tráfico ya que fuimos temprano en la mañana. Santa Tecla es un poblado cerca de San Salvador en el cual la modernidad y las estructuras antiguas luchan por coexistir. El calor ese día se sentía particularmente intenso. Sin embargo, fue divertido el viaje, como todos, porque la pasábamos conversando sobre diferentes asuntos y disfrutando de un paisaje nuevo para todos.

La lectura ese día fue en el colegio católico de Fátima. El colegio estaba en un área muy céntrica del pueblo. Al estar ahí y luego de haber estado en varios colegio de ese tipo en Puerto Rico, uno se da cuenta que tanto la infraestructura, la decoración, el tipo de uniforme y el ambiente de represión y disciplina que permea tanto allá como acá, es el mismo. Como fue a lo largo de todas las lecturas, la recepción tanto de los estudiantes como del personal del colegio, fue calurosa, respetuosa y de mucha curiosidad por nuestra presencia y lectura.

La lectura se llevó a cabo en un gran salón de actividades  con la mirada punzante desde sendos cuadros de Monseñor Adulfo Romero y el Papa Francisco así como una estatua de la Virgen de Fátima. La actividad comenzó con una oración y la lectura de un poema de parte de una estudiante del colegio. Luego, cada uno de nosotros hizo su lectura la cual fue bien fluida y natural. Al final, los estudiantes hicieron preguntas cada cual contestó; Preguntas muy interesantes y algunas muy poco tradicionales. Se vendieron varios de nuestros libros y los estudiantes nos pidieron nuestras firmas y fotos. En ese colegio, en particular, conocí a una maestra de arte cuya energía me llamó la atención. Al conversar, me habló de su formación y que, aparte de dar clases de arte, es soprano; Más adelante descubrí que es la vocalista de una banda de rock punk llamada Aurora.

Luego del almorzar, nos recogió un microbús afuera del colegio: Ese día visitaríamos el centro histórico de San Salvador. En la capital, nos encontramos todos en la plaza frente a la Catedral. Mely y Kike nos llevaron al sótano de la Catedral en donde está el mausoleo de Monseñor Adulfo Romero. El lugar es impresionante. El silencio, la paz, la configuración y distribución del enorme espacio, pero sobre todo, la tumba en bronce la cual fue regalo de un artista italiano, realmente le roba a uno el aliento. Cuando estábamos todos alrededor de la tumba, se acercó una monja con una libreta de notas en mano y, sin pedírselo, comenzó a contarnos su versión de la vida de Monseñor la cual, en muchos datos, estaba histórica y políticamente incorrecta, pero que aparenta que es la versión que la Iglesia quiere que la gente crea. Uno de esos datos que nos revolcaba el alma, era cómo la monja insistía en lo “malo” que eran los comunistas y una anécdota en donde ella decía que en Cuba lo tenían pasando hambre y necesidad. Luego de escucharla y que casi nos obligaran a llenar un libro de vista, Mely, molesta con la historia de la monja, regresó para darle unas clases de historia. Nadie fue con ella, así que no sabemos qué le dijo y mucho menos si al sol de hoy han excomulgado a la querida poeta.

Al salir de ahí y luego de visitar la majestuosa Catedral por dentro, Otoniel se nos unió. Con él caminamos hacia la Iglesia del Rosario. A fuera de la Iglesia está la Plaza Libertad en donde, irónicamente, Otoniel cuenta que durante la guerra civil, ahí se llevaron a cabo múltiples ejecuciones de personas. La iglesia desde afuera parece una estructura antigua y deteriorada; Desde la majestuosidad de su interior te das cuenta que el exterior fue hecho así a propósito y con un fin. La iglesia, estructuralmente, es un gran medio arco como en escalones; Adentro, te das cuenta que cada uno de esos escalones son enormes vitrales de colores que se reflejan en unos ladrillos negros barnizados en la pared, puestos estratégicamente  de modo tal que según la intensidad de la luz o posición del sol, las paredes van cambiando de colores En la parte central, un altar con crucifijo enorme en un metal negruzco; A mano derecha, la recreación del viacrucis en figuras abstractas en donde predomina la varilla, dan un sentido en donde la religiosidad y el arte, te llevan a sentimientos profundos y de meditación aún para quienes no somos religiosos. Realmente, quedé conmovido con esa estructura y lo que me hizo sentir.

De esa iglesia, caminamos al mercado artesanal. Como todos los mercados artesanales, es un lugar grandísimo en donde adentro hay como pasadizos entre local y local. Como en todos, la gente lucha por sobrevivir y quieren que visites sus espacios. Allí muchos de nosotros compramos cosas para nuestros seres queridos bajo el calor de cerca de los 100 grados que hacía en ese enorme y sobrecargado lugar sin aire acondicionado.

Acalorados y cansados, buscamos un lugar en donde descansar y refrescarnos. En el camino, me llamó la atención encontrar locales con discos bien viejos y muchos de libros; Igualmente, una niña en uniforme escolar durmiendo sobre una mesa la lado de la venta de ropa y expuesta a la calle. Otoniel nos llevó al Café Bella Nápoles; Un local en cuyas paredes hay recortes de periódicos de reseñas que se han hecho del sitio y fotos de artistas que han estado en el lugar. Oto cuenta que ese lugar tuvo un tiempo en el cual era el punto de encuentro para los artistas y bohemios. El sitio una panadería/cafetería en donde también hacen almuerzo, con aire acondicionado, en medio de la concurrida y caótica área comercial del centro de San Salvador. Allí algunos tomaron Coca Cola, otros café, pero todos probamos diferentes postres de los que preparan ahí. Yo lo hice con cierto miedo porque, aunque el estómago se había portado bastante bien hasta el momento, me sentía mal e inseguro.

Al salir, aún faltaban varias horas para la cena de la noche con el Ministro de Obras Públicas. Oto pidió al conductor del micro que nos llevara al Monumento al Salvador del Mundo. El Monumento es como un enorme obelisco sobre el cual hay una bola del mundo y sobre la misma un Cristo. Está en una enorme plaza entre avenidas. El sitio es visitado por personas para relajarse, conversar y patinadores que practican en los diferentes espacios de la misma. Allí lo pasamos genial mientras disfrutábamos de los colores en el cielo al caer la tarde y llegar la noche. Yenny y yo vimos un letrero de tránsito en donde marcaba la ruta hacia Santa Tecla y hasta allí fuimos para hacernos las fotos que nos queríamos hacer desde la mañana y lo logramos. En la plaza, tomamos fotos, reímos, contamos historias de la vida, y el sentido de hermandad y de unidad fue muy fuerte.  En cierto momento, el Daniel se nos perdió y de pronto nos dimos cuenta que estaba acostado en la grama (A lo largo de todos los días, siempre lo encontrábamos en algún suelo; Parece que llevó a El Salvador alguna curiosidad o fetichismo con los mismos) en una posición muy graciosa como si se hubiera ahorcado con su propia mano. El asunto es que realmente tomó un sueño profundo porque yo convoqué para que se acostaran a su alrededor en la misma posición que él estaba y hacerles fotos. Lo hicimos y él ni se enteró hasta ya casi el final. Antes de irnos tuve una gran lección de realidades sociales: Antes de irnos, tuve que ir urgentemente al baño y lo que había cerca era un McDondals. Fui, hice lo que tenía que hacer (el malestar estaba volviendo fuertemente) y al salir vi que los precios era muy parecidos a los de Puerto Rico; Le dije a Kike: “Wow, estos precios son como los de mi isla”; A lo que él, con su tono de voz lleno de sabiduría a su joven edad, me dijo: “Sí, el detalle es que aquí el salario mínimo es mucho menos que el de ustedes; A penas $230 mensuales”. Es decir, ir a un fastfood allá es realmente un lujo, pero la realidad es que cuando pasamos por muchos de ellos no estaban ni la mitad de lo lleno que siempre están los de Puerto Rico o Estados Unidos.

De ahí fuimos a la cena con el Ministro. La misma se llevó a cabo en una sala del Centro Español en donde se exponían fotos en blanco y negro en donde se exponía el dolor humano de unos actos violentos contra gente pobre en Guatemala. El Centro está ubicado en un barrio de clase media-alta en una zona comercial/residencial muy parecida a Miramar. El Ministro Gerson Martínez no solo es excelente en lo que hace (Las carreteras de El Salvador están increíblemente en perfectas condiciones (aún los caminos de tierra en donde puedes transitar casi a la misma velocidad que en las asfaltadas) siendo un país tropical como nosotros; Así como las orillas de las mismas, recogidas, con la yerba cortada y básicamente sin basura), sino que es muy humanista y humanitario, ex guerrillero y para colmo, poeta.

La cena estuvo exquisita, aunque luego de un rato me volví a sentir mal de estómago y tuve que ir varias veces al baño. Luego de la misma, tuvimos una lectura/conversatorio con el Ministro. Cada uno leyó, conversó sobre lo que trabajaba y nuestros países; Fue muy interesante la dinámica. El Ministro también leyó de su poesía marcada por temas sentimentales, pero bien escritos. Al final, cada uno le regaló dedicado nuestros libros nuestros publicados por Otoniel. Él estuvo muy agradecido y complacido.


Al salir de ahí, el micro nos devolvió a la casa. Luego los muchachos se fueron a un colmado cercano a comprar cerveza. Yo me quedé en la casa porque no me estaba sintiendo bien y Marisol me preparó otro té de orégano. Cuando regresaron, me fui un rato al Maguillo a conversar de veinte cosas y reírme con las ocurrencias de cada cual y aguantar presión porque querían que me sanara con alcohol. Cuando el cansancio me atacó, me fui a mi cuarto. Así cerró otro día: Un poco enfermo del cuerpo, pero con tantas memorias sanadoras del día que me robaban sonrisas bañadas de suspiros.








jueves, junio 16, 2016

Diario de un poeta viajero: Festival de Poesía Joven Amílcar Colocho en El Salvador - Día 5


Día 5 El quito día amaneció con un gran sol y vibra. Este día comenzaríamos oficialmente nuestra semana de lecturas. Cuando me desperté, ya todos los que no se estaban quedando en la casa, habían llegado. Siempre fue rico y vitalizante comenzar el día con esas sonrisas y vibras; De hecho, a todas horas se podía vivir eso, pero en la mañana, tenía un sentido especial. Con todos juntos, contentos y ansiosos, nos llevaron a desayunar a un negocio comedor de la niña Gloria (así se le llama a algunas mujeres adultas que por respeto y lo que hacen, se ganan ese apelativo) en Quezaltepeque. De camino, fue la primera vez que mis compañeros experimentaban la intensa vida económica del pueblo. El sitio en donde desayunamos -ése y algunos otros días- era tipo comedor en el cual entrabas, había un escaparate de cristal con la comida del día (en el desayuno, almuerzo o cena) y uno escogía lo que quería. Ahí mismo había un pequeño salón, pero en la parte posterior un gran patio interior con diversas áreas para comer y en donde cocinaban mayormente a leña. Si bien la apariencia y el sabor de la comida eran muy ricas, el trato hacía de la experiencia una inolvidable. Entre charla y charla nos íbamos compenetrando, conociendo y celebrando la vida mientras nos íbamos conociendo desde lo profundo de cada cual. Al regresar a la casa, el microbús Mercedes-Benz que nos conduciría al pueblo de Opico nos estaba esperando. El chofer era un hombre muy agradable, conversador y complaciente. Como pasó en casi todos los viajes en micro, siempre me ponían en el asiento al lado de chofer; Yo les decía a modo de broma: “¡Claro, por si pasa algo que se fastidié el caribeño y de piel oscura!” y todos se reían y siempre decían: “Matos te queremos”. Ése día Yenny se fue también al frente conmigo y lo pasamos súper comentando del paisaje, tomando fotos y aprendiendo de su pasión por las vacas. Tuvimos la suerte de que la unidad de airecondicionado de la parte frontal del micro funcionaba, pero la de atrás no y ellos tenían que abrir las ventanas, pero no fue malo porque el viaje era rumbo al campo y hacía una buena brisa relativamente fresca. Ése día el grupo nos dividiríamos en dos para hacer las lecturas. Al llegar a Opico, dejamos al primer grupo en el Centro Cultural del pueblo en donde leerían Daniel, Carmen, Carolina y Yenny; Eli y yo leeríamos en una escuela pública que lleva por nombre Instituto Nacional Tecpán. Fue emocionante cuando llegamos porque la escuela quedaba al final de un camino en tierra, pero en buenas condiciones y, entre la enorme puerta de metal que daba acceso y las ramas de un gran árbol, se leía un cruzacalles en una pared que decía: “Bienvenidos poetas nacionales e internacionales”; Ese cariño que desde lo simple hace sentir todo tan grande y magnífico, fue la norma en todas las lecturas a las que asistimos. Me llamó la atención que por todas las escuelas que pasamos los estudiantes utilizaban falda azul marino (los niños pantalones del mismo color), camisa de botones blanca (menos los más pequeñines que era camisa azul más claro) y zapatos negros. Me contaron que es el color universal en las escuelas públicas y que el gobierno nacional todos los años da a todos los estudiantes dos pares de uniformes y un par de zapatos. Al llegar a la escuela, nos recibió un grupo de tres estudiantes identificadas como ujieres. Mientras íbamos caminando hacia donde iba a ser la actividad, los estudiantes nos miraban con rostro de sorpresa, pero a la misma vez, con una sonrisa refrescante, hospitalaria y de alegría. La actividad fue en el patio interior de la escuela. De uno lado al otro del patio, habían dos carpas gigantes de tela violeta y blanca que cubrían todo el lugar creando sombra, pero a la vez un intenso calor para los estudiantes. El patio interior estaba lleno de sillas y al fondo una tarima en cemento. Antes de comenzar la actividad, Eli y yo hablábamos de buscar a alguien que nos tomara fotos con mi cámara Canon. Vimos una niña en la segunda fila y nos le acercamos. Ella nos miró con una mezcla de timidez y sorpresa; Nos dijo que no sabía cómo usar la cámara. Le enseñamos en dónde se hacen los acercamientos y se dispara. Yo le dije: “Solo mira, siente y has que la cámara traduzca con imágenes eso”; Ella sonrió. La lectura fue muy bonita e intensa. Toda la escuela estaba escuchándonos. Cuando comenzábamos la lectura, todos los estudiantes se callaban o bajaban muy baja la voz. La vibra que se sentía en la tarima era muy rica. A parte de Eli y yo, leyó Vladimir, un joven poeta salvadoreño muy bueno y con unas imágenes poéticas muy contundentes. Yo disfruté mi lectura y sé que los estudiantes también. Ése día – y muy apropiado para el clima- leí mi poema “Algo así como una oda al sobaco” el cual robó profundos aplausos y risas entre los estudiantes. Cuando terminamos, hubo una ronda de preguntas y respuestas. Al principio, los estudiantes estaban algo tímidos, pero luego varios se animaron a preguntar cosas muy interesantes. Seguido, hicimos una lectura de un poema cada uno desde nuestros asientos. En un momento de la lectura, nos pusieron frente a cada uno un envase que contenía una ensalada de frutas muy frescas. La organizadora de la lectura nos dio a cada uno un certificado muy bonito por nuestra visita. Al terminar la lectura, los estudiantes se nos acercaban con cierta timidez, pero con una sonrisa llena de complicidad. La chica que nos había tomado fotos, me devolvió la cámara y dijo unas palabras que nunca olvidaré: “Yo nunca había usado una cámara así, me gustó y no sabía que tenía talento para la fotografía ni lo había visto como una profesión” a lo que le respondí: “Sé lo que quieres ser pero procura que siempre sea lo que tus sentidos y capacidades te dicten y que lo disfrutes”; Sonrió y me dio un abrazo. Algunos estudiantes compraron nuestros libros e iban para que se los firmáramos. Otros querían tomarse fotos con nosotros con sus teléfonos móviles o simplemente comentarnos cosas. Luego almorzamos en un salón de español. Ahí se nos unió la directora quien no pudo estar durante la lectura por compromisos, pero que estaba muy contenta con nuestra visita; Una profesional que se ve que ama lo que hace, comprometida con la educación y que se gana el amor y respeto de lo estudiantes. El almuerzo estuvo muy rico, pero ahí comencé a sentirme mal del estómago. Salimos de la escuela acompañados de la directora mientras los estudiantes que nos encontrábamos al paso se iban despidiendo de nosotros. Nos montamos en el microbús y nos trasladamos al Centro Cultural en donde estaban los otros compañeros. Ahí ellos aún almorzaban y nos contaban de la lectura allí la cual dicen que estuvo muy buena, pero demasiado calurosa. Había la intensión de que el chofer nos llevara al Volcán San Salvador, pero en la solicitud de servicio no estaba y el chofer se había comunicado con su supervisor a ver nos autorizaba. Luego de un rato, el chofer nos dijo que el propio alcalde de Opico había autorizado el que nos llevaran a el volcán; Todos nos emocionamos mucho y partimos. El viaje al área del volcán tomó cerca de una hora. La ruta me recordaba mucho a la carretera cuando una va a El Yunque por el tipo de vegetación, de carretera y la temperatura. Me llamó la atención – no solo ahí sino en otros lugares rurales – la existencia de cementerios comunitarios en los cuales, por lo cuidados que se veían, se notaba un respeto por los muertos. El parque en el cual se encuentra el cráter se llama El Boquerón. De camino en el microbús, nos paramos en un mirador a mitad de ruta. Al abrir la puerta y luego de tantos días en calor, me sentía en mi pueblo de Aibonito, aunque la ruta me recordaba mucho la carretera entre Adjuntas y Lares. Ahí no se veía mucho, así que luego de la pertinente foto de grupo, seguimos la ruta. Al llegar al lugar, todos nos bajamos llenos de adrenalina a pesar del largo viaje. Allí había un área de observación desde donde, entre la bruma, se veía San Salvador y se podían identificar edificios como su catedral. En el parque había una casita que servía de museo y centro de información del mismo. Antes de subir, Armando, Eli, Yenny, Emín y yo, fuimos a ver unos kioskos de venta en la entrada del parque. Detrás de los mismos había unas grandes rocas volcánicas y la mirada fija de Eli en las mismas, nunca la olvidaré. Caminó poco a poco hacia ellas observando; Luego se arrodilló frente a una, le dio la vuelta y nos habló sobre las piedras volcánicas. Ciertamente ella ha leído y estudiado mucho sobre eso. De ahí fuimos a buscar a los demás, pero uno de los guardias del lugar nos dijo que ya habían subido. Así que fuimos, compramos nuestros boletos de entrada y comenzamos a subir. Fue súper divertido subir con este grupo de locos escritores. De camino, hicimos desde fotos muy turísticas, hasta otras muy graciosas como la mía arrodillado ante una cruz u otra como si estuviéramos exorcizando a Yenny. El bosque estaba muy bien cuidado: Los caminos bien marcados, los escalones rústicos en perfectas condiciones, la pintura en una pared cerca del cráter en excelente estado. Mucha de la flora es como la de mi pueblo y vi varios de especímenes de su hermosa ave nacional el torogoz. En el cráter, todos quedamos absortos ante la magnitud de grande, profundo y hermoso del mismo. Para mí fue el saberme tan pequeño ante un lugar tan inmenso y poderoso que guarda tantos suspiros y también tantas lágrimas de quienes lo perdieron todo en su erupción de 1917. Allí nos juntamos todos, la pasamos súper disfrutando del ambiente, haciendo fotos y en el regaño que le dio uno de los guardias del lugar a Emin que pasó una valla que no debía pasar por su seguridad. Igual, había un niño como de algunos 7 años que nos ofrecía contarnos la historia del volcán, seguramente por algún dinero que le diéramos. Cuando caía la tarde, bajamos de El Boquerón, abordamos el microbús y regresamos a la casa en Quezaltepeque. Todos estábamos bastante cansados. La mayoría se fue a El Maguillo; Yo me fui a recostar un rato a la cama, Carmen y Carolina querían un café y se fueron con Kike a Le Café (Es una cadena de cafeterías muy bonitas tipo Starbucks). Eli y Yenny me acompañaron; Eli se tiró en el mueble, Yenny al ladito mío. Así que entre descanso, comentario y alguno que otro comentario jocoso, descansamos antes de salir a la cena de la noche. Para ese momento, me sentía peor del estómago Esa noche cenaríamos en una casa a varias cuadras de la casa, así que caminamos. De camino, los chicos se detuvieron en el supermercado a comprar cervezas; Como temía a deshidratarme por el asunto de estómago, me compré unos Gatorade bajo el bulling de mis compañeros; Pero sé que se preocupaban por mí. Así llegamos a la casa del profesor y gestor cultural que fue el enlace para las lecturas en Opico; Una persona muy agradable, eléctrica, incansable, pero también cariñosa, hospitalaria y servicial quien también es arqueólogo y cuyo padre también lo fue además de pintor. Ellos vivían al final de una carretera. Habían puesto allí en la calle unas mesas con manteles en telas, un cruzacalle que en una verja en el cual nos daba la bienvenida a los poetas y una persona armada que el dueño había contratado para estar esa noche dando seguridad. Nos sentamos mientras a nuestra espalda, por sobre las tejas de las cosas se veía el cielo iluminado por relámpagos y mucha humedad en ambiente. La comida se veía y olía muy bien; Le pregunté a Carmen Quintero (quien es doctora en medicina) que si era saludable para lo que tenía y me dijo que sí. Así que comí poco, pero comí. Casi cuando terminábamos de comer, comenzó a llover; Una lluvia de esas que parecía que el cielo se había roto. Aunque hubiera sido cool afuera, estar adentro nos dio el gusto de disfrutar de calor humano. En cada lugar de esa casa había un grupo de personas. Caminé entre ellos físicamente y por sus historias: En el balcón con mis compas poetas tertuliando y riéndonos de todo un poco; En la sala, tuve una tertulia sobre Puerto Rico y sobre gallos y galleras con un gran hombre y agrónomo amante de la cultura junto a su esposa que es maestra; En la cocina, como es normal, historias culinarias. Tuve que aceptar que algo me había caído mal y me había enfermado. Mis viajes al baño eran constantes. Sentía el cuerpo un tanto cortado y con mucho calor y pasé el tiempo en la casa pegado a un abanico. En una Marisol me vio, me tocó la frente y me dijo que tenía fiebre. El dueño de la casa y su esposa se preocuparon por mí y me dieron no solo analgésicos para ese momento, sino también para llevarme para la casa. Mis amigos y compañeros poetas también estaban preocupados por mi salud, pero no dejaban de hacerme chistes para hacerme sentir bien o de pasar y darme muestras de cariño y solidaridad. Luego de varias horas, mermó la lluvia y nos fuimos rumbo a la casa. Marisol preocupada por mi temperatura, me metió debajo de su pequeña sombrilla que se hizo inmensa y en donde íbamos no solo nosotros dos, sino también Ariel y Mariana. Yenny y Eli ya se habían ido con Ileana rumbo a la casa de ésta. Los demás disfrutamos mucho entre risa y risa el regreso a la casa. Esa noche Emín y Daniel se quedaron en la casa ya que el tío de Otoniel, en donde se estaban quedando, se había quedado dormido y no los fue a buscar. En una Emín va a mi cuarto a preguntarme cómo me sentía y le conté. Me dijo que cuando él se sientía así se toma un té de orégano que ayuda a estabilizar el ph del estómago y es antibacterial; Me preguntó que si quería; Dije que sí (nada peor podía pasar a lo que ya tenía); Fue a la cocina; Al rato apareció a mi cuarto con el té. Jamás imaginé en mi vida tomar un té de orégano. Miraba ese líquido con mi mirada de poca fe. Me animé a probarlo ante la mirada de mi médico brujo. Debo decir que me gustó; Sabía un poco al de menta. Desde el primer sorbo, sentí una sensación buena en el estómago; Como cuando tienes algo con aceite y le echas una gota de líquido de limpiar platos que la grasa se dispersa. A lo lejos escuchaba a Daniel diciendo que no fuera pendejo y que eso se curaba con ron. Le dije, estoy caído pero no vencido. El día quinto cerró siendo uno lleno de memorias, de meditaciones, de belleza y de mi cuerpo marcando un paso diferente al que hubiera querido. Sin embargo, vivir no solo el respeto de mis compañeros escritores, sino también su cariño hacia mí, fue especial. Me fui a la cama no sintiéndome bien, pero sí feliz.







martes, junio 07, 2016

Diario de un poeta viajero: Festival de Poesía Joven Amílcar Colocho en El Salvador - Día 4


Día 4

El día comenzó temprano como todos los días. Aún a varios días en El Salvador, no me acostumbraba (ni nunca me acostumbré) a la diferencia de dos horas con Puerto Rico; De hecho, mi reloj de pulsera lo cambié a la hora de allá, pero el celular lo dejé con la de la Isla. Ése día fue el primero en el que todos los escritores compartimos desde la mañana. Desayunamos en la casa en el Manguillo sobre una mesa colorida y tradicional, según lo que viví en esos días: Revotillo, pan francés, puré de habichuelas, aguacate, frutas, jugo de chica y café. Entre charla y charla nos íbamos compenetrando, conociendo y celebrando la vida mientras nos íbamos conociendo.

Al regresar a la casa, todos nos alistamos para salir. Ese día comenzaría con una visita a La Toma; Visita precisa para refrescarse en ese día que temprano ya comenzaba caliente (Quezaltepeque es un lugar con un calor intenso y particular que pocas veces he experimentado en mi vida y el cual contrasta enormemente con el verdor de los árboles y plantas del lugar). La Toma es un enorme balneario (Así se llama a los lugares en donde la gente va a darse baños de agua (allá hay varios) y a diferencia de aquí que solamente lo asociamos con playas) que cuenta con dos enormes piscinas de aguas naturales y otras que dos un poco más pequeñas que por contar con piedrecillas, pareciera más un río. Sin embargo, es realmente como un enorme ojo de agua con sus aguas filtradas por piedras volcánicas. El agua es muy fresca es casi olor. A parte de las piscinas, hay varios sitios en donde se come y venden cervezas. El ambiente es familiar y, como las piscinas son tan enormes, no sientes un bullicio como tal. Están rodeadas de árboles lo cual hace del ambiente uno fresco y se pueden escuchar muchas especies de aves. Además, el lugar está cuidado por soldados del ejército fuertemente armados.

Cerca de las 10, salimos todos, incluyendo Ariel, el hijo de Oto, de la casa caminando aproximadamente 4 cuadras hasta llegar al área en donde se toman los microbuses que llevan a los diferentes sitios. Allí nos metimos todos a uno, de modo casi inimaginable a un micro que de por sí ya estaba lleno. Esos micros siempre van con la puerta de abordar abierta y llevan una persona que convoca a la gente a montarse y una vez montado, los acomoda y luego les cobra. Es realmente realismo mágico cómo puede acomodarse tanta gente en ese espacio limitado. A mí me pareció genial y surreal así como la cara de Carmen Quintero que iba sentada al lado mío y que nos comunicábamos más por miradas que por palabras de lo que estábamos viviendo allí. En un momento del trayecto, nos detuvo un grupo de policías que estaban parando carros para inspeccionarlos. Pude ver el conductor bajarse y aparte de su licencia, pasarle a uno de los agentes un billete de dinero y continuamos la marchar. Allí, la rauda competencia por la transportación hace que ésta sea muy barata; Por ejemplo, para llegar a La Toma son como 15 minutos en un vehículo y solo cobran como veinte centavos por persona y las carreteras están en muy buenas condiciones.

El balneario de La Toma está al final de una carretera ancha asfaltada (A lado y lado del final de la misma continúan unos caminos vecinales en tierra). Frente a la misma, hay varios negocios de ventas de frutas, pupusas e inflables para niños. Cuando íbamos a entrar, Oto nos pidió que guardáramos silencio y era para ahorrar algo de dinero porque a los locales la entrada por persona es $1.50 y extranjeros $3.00 (En El Salvador la moneda que se usa es el dólar estadounidense). Entramos en silencio y luego todos quedamos maravillados por el lugar. El calor estaba intenso. En las primeras piscinas, las que son en cemento, nos metimos Otoniel, Ariel, Daniel y yo; Los demás se fueron a uno de los negocios a tomarse unas cervezas. Luego de un rato, todos llegaron a donde estábamos y decidimos ir a la otra área en donde les conté que parecía un río. En una de las pozas en donde hay un tubo grueso por donde sale agua para nutrir el lugar, nos metimos casi todos y disfrutamos de hacernos fotos con mi celular y en donde puede tomar unas en donde paralizo el agua creando un efecto muy nice. Ahí disfrutamos mucho como si fuéramos nenes chiquitos. Una anécdota graciosa fue que Yenny se metió pero no se quería mojar toda y el subcomandante Emin ordenó un “fusilamiento” con agua y la encharcamos. Realmente lo pasamos genial ahí y, si nos falta de compenetrar como grupo, ahí lo logramos. Luego fuimos a comer a uno de los locales de allí; La comida era exquisita y hecha al momento y frente a uno. De ahí salimos de La Toma, esperamos como 20 minutos por el microbús y regresamos al pueblo.

Como el agua era fresca, a pesar del recorrido en el micro lleno de gente y de caminar las cuadras hasta la casa, llegamos frescos y contentos. Allí todos nos fuimos bañando poco a poco. Algunos se quedaron debajo del Manguillo conversando, y yo me recosté un rato en el cuarto en donde dormía y allí también llegó Yenny y Eli en donde pasamos un buen rato conversando, intercambiando ideas y descansando.

Esa tarde era la apertura del Festival y sería en el parque/plaza de Quezaltepeque. Como era cerca de la casa, salimos para el sitio caminando cerca de las 3 PM (El evento era a las 4). Yenny, Eli y yo nos fuimos a uno de los negocios del parque y compramos Coca Cola mientras disfruté de tomarles fotos. Allí descubrí que Eli y yo tenemos una misma pasión por la fotografía y gustos en común con las cosas y forma en que nos gusta tomar fotos; Así que desde ese día hasta el que se fue, le presté mi cámara para que se divirtiera tomando fotos e hizo unas cosas geniales.

La cancha se estaba llenando de público variado mientras una banda escolar tomaba su lugar, ubican unas sillas y alfombras rojas en donde serían los actos de apertura. Había un grupo de niños pre-escolares en uniforme. Eli se conmovió al verlos y me pidió que la acompañara para contarles cuentos a los chicos. Fue hermoso y emotivo ver a esa mujer intensa y madura convertirse en una contadora de cuentos con una energía que enamoró a los chicos y los involucró de lleno en el evento. Disfruté verla vivirse ese papel y al final bailamos con una canción que ella les cantó e hizo una coreografía con ellos.

Cerca de las 4 PM, Marisol nos pidió tomar asiento en las primeras dos filas que estaba designadas para nosotros. Aunque hacía una brisa fresca, el sol cayendo al lado izquierdo nuestro daba mucho calor, pero soportable. Debajo de un canasto de baloncesto, estaba ubicado un cartel que hacía referencia a Amílcar Colocho. En ambos lados de la alfombra, unos jóvenes pintados de blanco hacían de estatuas vivientes. En el lado derecho había una mesa con nuestros libros y un cartel grande con las fotos de los poetas internacionales que allí participábamos.

La actividad comenzó con varias interpretaciones musicales con la banda escolar compuesta de chicos y chicas que estarían entre los 13 a 15 años. Seguido, unas palabras de Marisol Alfaro, Presidenta del Festival y Otoniel Guevara, Coordinador Ejecutivo. Al terminar, una actriz llevó a cabo un performance muy emotivo de un poema de Amílcar Colocho. Dicho performance estaba acompañado por una música que llevaba a uno a reflexionar y mientras ella ponía unas velas, flores y fotos de hombres y mujeres desaparecidos durante la guerra en dicho país; Al final, declamó el poema con un vigor que se le metía a uno en los huesos. Luego comenzaron las lecturas en las cuales íbamos en grupo de tres escritores internacionales con dos salvadoreños. Luego del primer grupo, hubo una intervención musical de parte de Mariana, la hija de Otoniel, con su violín; Fue hermoso y sublime mientras caía el sol. Seguido, estuvo el segundo grupo y al terminar la lectura una niña interpretó varias canciones con una pista de fondo; Una potente y dulce voz a la vez a sus 12 años aproximadamente. Finalmente, subió el último grupo y tocó la banda. A petición, Mariana volvió a tocar seguido de la niña que había cantado antes, que volvió a hacerlo. La presentación cerró con la presentación de un buen cantautor salvadoreño, Rigoberto Barrera, con una voz melodiosa y unas canciones en donde el amor y la vida se funden y confunden. Fue interesante, que al otro lado de la cacha unos chicos jugaban baloncesto, tal vez enajenados de lo que allí sucedía. Cuando cruzamos para ir a un carro en donde comeríamos unos tamales, le pedí la bola a una chica, anoté un canasto de tres puntos y se quedaron mirándome como una mirada de “wow”.

Luego de comer unos tamales, caminamos varias cuadras por Quezaltepeque de camino a la casa en la cual esa noche sería la fiesta de apertura. Fue súper divertido porque parecíamos un grupo de nenes chiquitos traviesos. Claro, de camino paramos en el supermercado que es parte de una cadena y que llevan por nombre Selectos; Allí compramos cervezas. La casa estaba en un área muy tranquila. Se entraba por una puerta de metal que daba accesos a una entrada para carros. Ya adentro era como otro mundo: Un patio enorme, árboles frutales, un gran taller rústico  de lo que alguna vez fue de alfarería, pero sobre todo, una familia y un grupo de gente hermosa, caritativa, hospitalaria, agradecida y con una sonrisa pura y chispeante.

Allí la pasamos genial. El alfarero nos llevó por el taller contándonos las historias y todos hicimos distintas fotos como las que le tomé a Yenny cuando se metió en la mesa del torno. Luego cenamos riquísimo entre conversaciones. Como era fiesta, había música y bailamos; Sí, en plural. Fue muy divertido. Cuando comenzaba el kareoke, Yenny y Eli se fueron con Iliana porque vivían un poco alejado de allí; Igual Carmen y Carolina con Marisol. Allí seguimos tomando cerveza mientras escuchábamos la gente cantar feliz y sin inhibiciones. De pronto, Armando tomó el micrófono y nos sorprendió con su voz cantando un bolero a puro sentimiento. Luego Otoniel hizo lo propio y fue gracioso porque quería una canción que nos e acordaba bien de ella ni del autor, pero apareció. Me pusieron presión y presión para cantar y lo hice; Canté –si se puede llamar así- “19 días y 500 noches” de Sabina.


Al terminar de cantar, nos despedimos; Era cerca de la medianoche y al otro día teníamos que viajar a un pueblo continuo para las primeras lecturas del Festival. Entre chiste y comentarios jocosos, caminamos y llegamos a la casa. Como era tarde, Daniel y Emín se quedaron en la casa. Yo estuve un rato con ellos en El Manguillo, pero luego el sueño me venció y me fui al cuarto. Esa noche me acosté no solo repasando lo vivido, si no también extrañando algunas personas.







domingo, mayo 29, 2016

Diario de un poeta viajero: Festival de Poesía Joven Amílcar Colocho en El Salvador - Día 3


Día 3

El día comenzó temprano. Melissa Lucha me despertó antes de que sonara la alarma. Me llevó a desayunar al centro de Quezaltepeque. Caminar por las calles es un increíble contraste a la soledad y silencio del lugar en la noche con la actividad comercial intensa del día y el ruido que genera entre la gente y los diferentes modos de transporte público. Tan pronto se sele de la calle en donde está la casa, llena de paz y silencio, el pueblo se vuelve un caos interesante de gente, productos, negocios, pero sobre todo, de rostros y las historias que juego a imaginar en cada persona que miro fijamente. Si bien hay muchos locales en donde reinan las mueblerías, tiendas ropa y calzado deportivo, de artículos femeninos, lo más impresionante es el mercado informal. Las aceras de muchas de las calles del pueblo están invadidas por personas que con carpas, madera y hasta troncos de árboles, han montado sus negocios ambulantes y día a día llegan muy temprano para poner sus productos a la disposición de la gente. Sin bien son personas particulares y no hay un orden, parece que la competencia los ha llevado a organizarse. Por ejemplo, hay calles especializadas en productos de ropa de hombre, otra de mujer, otra de carnes y pescados, otras de frutas y verduras, otras de cosas para celulares y así por el estilo. También está el vendedor que no tiene local ni negocio en acera, como una mujer en que cada brazo cargaría cerca de 20 brasiers de diferentes colores y tamaños. Aunque es una competencia feroz, la gente no se te abalanza para que compres y no te sientes hostigado; Más bien maravillado ante la diversidad, pero también hasta un poco triste porque tal vez mucha de esas personas pasarán su día ahí bajo el inclemente clima y peligro para ganarse unos pocos dólares en el día si acaso.

En medio de ese tumulto, desayunamos en uno de los sitios favoritos de Mely en donde preparan pupusas. Como ya sabía que llenaban, pedí solo dos y cometí el error – del cual les contaré luego- de comer exceso del curtido con el cual se acompaña dicho plato nacional y que debe comerse con los dedos. Es interesante ver los rostros de las personas que preparan el plato y la pasión de servicio que ponen; Por ejemplo, no reparan café, pero una señora al lado mío quería uno y se lo consiguieron. En ese país, casi todo lo de tomar se envasa en botellas de lo cual los vendedores de las mismas velan celosamente porque el que compra se las devuelta para reciclarlas; Inclusive los padrinos de gaseosas son en botella.

De regreso a la casa, Otoniel estaba listo para irnos a San Salvador en donde en la tarde se llevaría a cabo la presentación de las 8 colecciones de poemas de los 8 poetas internacionales que participaríamos en el Festival. San Salvador es una ciudad enorme y, como toda capital, muy movida en tráfico de carros y transporte público ya que mucha gente acude a la misma para actividad económica o gestiones; Así que el tráfico es intenso como en cualquier otro lugar. Algo que debo mencionar es que, aunque manejan bastante rápido y haciendo movidas radicales de vez en cuando, hay un respeto por el otro conductor y todo se vuelve como un caos ordenado.  En una de las luces me agradó ver un grupo de cirqueros haciendo actos malabares para que la gente le diera dinero. Igual, que mucho alumbrado de las calles era solar.

Cerca de las 11 AM llegamos a la hermosa y enorme casona en donde sería la presentación; Era el Edificio Patrimonial Villa Guadalupe. Esa enorme casona estaba fuertemente custodiada por guardias del gobierno armados con ametralladoras y perteneció a un hacendado. La casa tiene más de 100 años y la Asamblea Legislativa de El Salvador la había adquirido para que fuera utilizada para fines culturales. Contaba en su exterior con un teatro improvisado al aire libre, esculturas y se estaban construyendo alrededor de la misma una estructura que albergaría un anfiteatro para 1,200 personas y una biblioteca. Dentro de la casa y en el primer piso, había una exposición fotográfica de una masacre contra ciudadanos que se había llevado a cabo a mediados de Siglo 20; Además de un enorme salón en donde se llevaría a cabo la actividad. El cuidador de la casona, me llevó al segundo piso aún en  reconstrucción en cuyos cuartos hay pinturas, réplicas de muebles y cuadros con fotografías. Realmente es un lugar muy acogedor, lleno de mucho potencial y en donde se respira arte.

En Villa Guadalupe dejamos las cosas dela presentación mientras conocimos allí un grupo de jóvenes cirqueros que utilizaban la casa para reunirse. De ahí fuimos a almorzar a un restaurante chino cercano. De camino, vi al primer indigente en la calle, uno de los muy pocos que vi en los diez días allí; Dormía en el suelo, cerca tenía en donde guardaba su dinero, pero nadie se lo robaba. También pasamos un área de moteles urbanos y cerca un putero y también lo que a todas luces eran unas prostitutas a puro mediodía. En el restaurante chino, curiosamente el arroz no era como al que estoy acostumbrado; Más bien era como el que ellos preparan tradicionalmente que es como el que llamamos en Puerto Rico a la jardinera. Dicho arroz lo pedí con carne de res y traía ensalada –en la cual casi siempre va incluido pepinillos- y unos panecillos; Muy bueno todo, por cierto. El sitio era tipo comedor en donde entraba variedad de personas. Inclusive, entraron dos señores con guitarra cantando unos boleros y algunas personas le dieron dinero.

De regreso al local del evento, ya tomaba más vida: Habían llegado unos artesanos, personas que iban a vender cosas de comer se ubicaban y conocí un pintor que también hace arte en camisas y a quien le compré una porque me gustó mucho la técnica, estilo y colores. Se ubicaron las mesas de los libros; La banda que iba a tocar luego de la presentación preparaba sus cosas en tarima. Ese día llegarían directo del aeropuerto al evento muchos de los escritores: Mis compañeros de México, Colombia y Costa Rica llegaban por avión en horas cercanas y vendrían todos juntos en el micro bus; Mis cuates de Honduras harían lo propio en una guagua desde su país en un trayecto de cinco horas.

Casi para comenzar, llegó el micro bus y casi simultáneamente los hondureños. Como era el primero que había llegado y el mayor del grupo, me tocó recibirlos. Ese primer encuentro auguró lo que sería esos días juntos porque hubo una gran química desde ese primer abrazo y beso. Creo que se debió a que todos nos habíamos leído antes del viaje y que Otoniel había creado varios grupos de mensajería en Facebook y ya habíamos intercambiando informalmente conversaciones esporádicas. Las primeras en bajarse fueron Eliana Maldonado y Yenny León, las colombianas. Yenny tenía una energía muy intensa y fresca, de mirada observadora y fluida; En Eliana se sentía mucha madurez, su forma de mirar profunda y escudriñadora, sonrisa chispeante y una vibra física que erizaba los vellos. Luego se bajó Carolina Quintero, de Costa Rica, una joven poeta que parece una muñeca de porcelana, pero muy alegre, intensa, sonrisa refrescante, con un silencio que habla y de una mirada particular que me llevó a decirle en un momento durante la presentación: “Tu mirada huele a peligro”. Seguido Daniel, de México, que estaba en el fondo del micro bus. Daniel es un tipo profundo, introvertido en algunas cosas, sincero y extrovertido en otras más y en el transcurso de los días, hicimos gran amistad. Caminando llegaron Armando y Emin, de Honduras. Armando llegó medio callado, pero luego sacó su personalidad alegre, explosiva en comentarios jocosos pero inteligentes y su buena vibra. Emin era más callado, siempre vestido elegantemente, pero con gran inteligencia y conocimiento en sus comentarios. Más tarde y comenzado el evento, llegaró Carmen Quintero quien tenía un vuelo más tarde que los demás. Carmen es una mujer callada, de mirada pausa, que da una sensación de profundidad y que en su voz y detalles lleva mucha intensidad.

La presentación de los libros fue un acto muy bonito y hasta emotivo. En primer lugar, cada libro fue una colección de veinte poemas que cada uno de nosotros envió. Otoniel escogió un título para cada uno que, según mis compañeros y yo, fue preciso en el de cada cual. En segundo lugar, ninguno había visto el libro montado; Ni siquiera yo que ya llevaba dos días en la casa. En tercer lugar, el conocernos todo en puro acto poético con nuestras respectivas poéticas frente a todos. Para presentar los libros, Oto escogió un poeta salvadoreño contemporáneo para cada libro. Si bien cada presentador fue variado, así también el estilo de cada uno de nosotros. Siempre es emocionante celebrar la publicación de un libro de poesía, es doble de emocionante si es de un amigo, pero cuando son ocho aún mismo tiempo, es difícil explicar lo que se siente tanto por el texto mismo así como por estar todos juntos apoyándonos y celebrándonos.

Cuando terminó el evento, ahí comenzó oficialmente nuestro compartir. Afuera, una banda rock con punk vestidos de payasos y la cantante de la Catrina le dio un toque surreal a la tarde. Los escritores pasamos a un área en donde había algo de comer y tomar para nosotros. Nos juntamos en la parte del lado de la casona y allí comenzó nuestro intercambio cultural degustando tanto lo que nos parecemos como lo que nos diferenciamos. Es un feeling inexplicable el compartir de en persona con compañeros escritores latinoamericanos de trayectoria en las letras a pesar de nuestra juventud y el mirarnos de igual a igual; De esas cosas que uno nunca soñó que pasarían y estaba pasando a este hijo de los campos de Puerto Rico.

En cierto momento, nos montamos en el microbús (como le llaman a las guaguas pequeñas) y de ahí nos fuimos a casa de Iliana Alfaro, hermana de Marisol, en donde tendríamos nuestra primera cena como grupo.  De camino, el micro era un rico revolú de acentos, historias, risas, curiosidades. La casa de Iliana está un complejo de casas con control de acceso. La seguridad en El Salvador es un negocio necesario y evidente y cuyos guardias siempre están armados con escopetas de alto calibre. En la casa nos recibieron con mucho cariño. Allí todos nos conectamos al WIFI, cada cual enviando mensajes a los suyos de que habían llegado bien, poniéndose al día con las redes social y escribiendo en las mismas los bien que lo estábamos pasando. La cena y el compartir se enfocó en los aspectos culinarios de nuestros países, fue exquisita, pese a que Eliana me negó el tomarme una Pepsi y me sometió a una Fanta; Pero fue en broma y fue un acto muy gracioso que para nada tomé a mal.

En la casa de Iliana se quedarían Eli y Yanny; En casa de un tío de Otoniel, Daniel y Emin; En la casa Armando (quien sería mi roomate) y las hermanas Quintero. Para hacer espacio para nosotros en un acto que rebasa toda humildad, el cuarto en que yo me quedaba era el de Otoniel y Marisol, en donde se quedaron las hermanas Quintero, de sus hijos. Oto, su compañera e hijos se acomodaron todos en el cuarto de la mamá de éste; Kike pasó toda la semana con nosotros durmiendo en un colchón en el piso de la sala; Mely se quedó muchas noches en la casa durmiendo en un mueble. Para cualquiera de nosotros sería una incomodidad, pero en esa casa reina el amor y el arte y cada noche lo último que veías era una sonrisa así como lo primero que te encontrabas en la mañana; Todos los días y todas genuinas y llenas de satisfacción.

Esa noche, menos la colombianas, todos llegamos a casa de Oto y, como latinos, teníamos ganas de tomar cerveza. Así que juntos fuimos a un colmado cercano a la casa en donde personas se reunían afuera del mismo en parte huyéndole al calor y en otra parte conversando sobre el diario vivir; Gente simpática, alegre y jovial. Así regresamos a la casa en donde tuvimos nuestra primera noche de cervezas la cual se repetiría cada una de ellas hasta el último día juntos.


Cansado, en algún momento me fui a la cama. Al otro día teníamos un paseo y luego la apertura. Esa noche medité de mi vida y le daba gracias al Universo por haberme hecho escritor y puertorriqueño y me acosté con una de esas sonrisas que duelen en la quijada.



viernes, mayo 27, 2016

Diario de un poeta viajero: Festival de Poesía Joven Amílcar Colocho en El Salvador - Día 2


Día 2

El día comenzó temprano en la mañana con un buen desayuno en El Maguillo (Así le llaman a un área en el patio detrás de la casa debajo de un árbol de mangó). Desayunamos huevo frito con cebollas salteadas por encima, tostadas de pan, tamales con un queso blando medio agrio y café. Días antes de viajar, y como yo era el primero que llegaría del grupo de escritores, Otoniel me había preguntado si podía tener un conversatorio con un grupo de jóvenes escritores estudiantes universitarios sobre mi experiencia como escritor, la gestión cultural y el viajar. Desde el primer momento le dije que sí, que me encantaba la idea. Disfruto el compartir mis experiencias como escritor y más con otros pares porque todos siempre salimos aprendiendo algo nuevo.

El conversatorio iba a ser en San Salvador, pero antes nos tocaría ir a un programa de radio y al aeropuerto a buscar a Daniel.  De camino, Otoniel me contó varias cosas muy interesantes. Por ejemplo, que en Quezaltepeque hay una cárcel muy importante en la cual están presos la mayoría de los líderes de la ganga de los Mara Salvatrucha, que el gobierno había ordenado a las compañías de celulares bloquear la señal de los celulares en un perímetro alrededor de la prisión y que dichas compañías, en represaría por esa orden, habían bloqueado al poblado completo. Otra historia interesante es que pasamos por la fábrica de Coca Cola y frente a la misma, en el propio terreno, hay unos edificios antiguos que sirvieron por décadas como matadero (¡Irónico!), que durante la guerra civil fue escenario de matanzas y ejecuciones de parte del ejército y que hay gente cuenta que hay presencia de espíritus en las mismas en donde han escuchado lamentos, pasos, sonidos de cadenas, entre otros.

Ese día nos transportó uno de los dos choferes que durante esos días fueron nuestro apoyo. El señor Enrique era un hombre humilde, buen conversador, muy respetuoso y dispuesto, alegre y de unas facciones indígenas muy fuertes. Antes del conversatorio, estuvimos de invitados en una emisora de radio FM para hablar sobre el Festival. En el edificio de esa radio había varias estaciones. Nos entrevistó un hombre y una mujer muy amenos y con muchas ganas de conocer de uno, de la Isla y del festival. Fue gracioso porque la entrevistadora me pregunta fuera del aire: ¿Ricky Martin es de allá, verdad? Obviamente contesté que sí, aunque él vivía la mayor parte del tiempo en Miami. De todos modos, di gracias al Universo de que no me hubiera preguntado por Dady Yankee, Alexis y Fido, o Wisin, porque no sé cuál hubiera sido mi reacción ni mi respuesta.

Luego de salir de la radio, fuimos al aeropuerto a buscar al escritor Daniel Miranda Terrés que llegaría de México. Mientras esperábamos, almorzamos en un Pizzahut en el aeropuerto. Luego, fuimos al área por donde sale la gente y él no aparecía mientras habían llegado varios vuelos y no teníamos noticias de él por más que le habíamos escrito por Facebook a ver qué había. Me di cuenta lo mucho que gustan las dinámicas de ver a la gente esperando a otros; Ese rico fetiche que tengo por mirar a las personas y jugar a imaginar la historia de cada cual hasta el punto de creérmelas. Vi una escena muy interesante: Llegó esta muchacha hermosa, de traje mini y ceñido al cuerpo; Dos mujeres la reciben con mucho cariño; De pronto, de detrás de ellas viene este hombre con botas y estilo vaquero, gafas de sol y un ramo de flores en mano; Ella lo ve, se emociona, se le abalanza a besarlo y él la levanta mientras se le subía la mini dejando ver su tanga blanco tipo hilo dental. Luego de eso y con el tiempo contado para regresar para llegar al conversatorio, decidimos irnos (Más tarde en el día supimos que le habían cancelado el viaje y que llegaría al otro día a la misma hora).

De camino al conversatorio, pasamos por un centro comercial enorme que se llama Metro Centro; Un lugar muy agringado en cuyas inmediaciones hay de la mayoría de fastfoods que podemos encontrar acá. Llegamos a una casa que sirve de sede para el Partido Social Democrático, cerca de la Universidad de El Salvador, como a las 3 PM. El grupo estuvo compuesto por 10 jóvenes escritores. Les hablé de cómo me hice escritor; De mis experiencias en grupos de escritores; De mis viajes; De lo que es y conlleva el publicar, entre otras cosas. Ellos tenían mucha curiosidad por saber cómo es la vida en Puerto Rico, el movimiento cultural, la situación política y económica, entre otros; Temas que para contestar cada uno de ellos sería de por sí casi interminable, pero hice mi esfuerzo y ellos estuvieron complacidos.  Inclusive, hicimos un ejercicio de escritura en el cual les pedí que me describieran lo negro y fue súper interesante y variadas las propuestas de poemas así como ellos lo eran en sus personalidades y estilos. Fue una aventura de dos horas y media exquisitas.

Al salir del conversatorio, pasamos por una casa cercana en donde recogimos una cama que sería ubicada en mi cuarto para uno de los escritores que llegaría al otro día. Íbamos en una pickup doble cabina. Adentro de la misma estábamos Marisol (compañera de Otoniel), sus hijos Mariana y Ariel y yo. Oto y Kike iban en la parte de atrás con la cama. Cuando salíamos de San Salvador rumbo Quezaltepeque, se veía frente a nosotros una nube densa, negra y tronando. Íbamos en un tapón y no había pasado 15 minutos cuando comenzó a llover fuertemente. El chofer trató de encontrar una gasolinera o puente en donde guarecernos en lo que pasaba un poco la lluvia y que la cama no se mojara, pero todos los lugares estaban llenos de gente haciendo lo que nosotros pretendíamos. Por suerte, el boxspring estaba cubierto de plástico y sobre el matre por lo cual no se mojó tanto. Luego de casi una hora y cuando mermaba la lluvia, llegamos a la casa. La ropa de Oto y Kike estaba tan mojada que se podía exprimir. Sin embargo, más allá de coraje había sonrisas de complicidad por lo vivido y la misión cumplida.

Cuando había parado la lluvia, casi como por acto de magia, y con todos cambiados, salimos a cenar a un restaurante mexicano a dos cuadras de la casa. Fue lindo caminar por las calles entre risas e historias. En el sitio nos recibieron con mucho cariño. La comida fue riquísima y a un costo muy bajo, claro, desde lo que uno pagaría acá por el mismo plato. Ahí pude probar por primera vez una de sus cervezas nacionales –la Pilsener- luego de que uno de los que trabaja ahí me hablara de las diferentes marcas del país y la diferencia en sabor de cada una. Debo decir que en su textura se puede degustar sus ingredientes y que tiene un sabor muy similar a mi amada Medalla. Cuando salimos del lugar, yo iba con una cerveza en mano hasta que todo el mundo se detuvo y me miró, sentí que estaba haciendo algo muy mal, y es que es castigado con la ley ingerir alcohol en las calles; Así que de un sorbo me tomé poco más de la mitad de la botella mientras todos me miraban sorprendidos y regresé al negocio para entregar la botella vacía.

Al regresar a la casa y utilizando el WIFI, tuve una vídeo llamada con mi hija. Me hizo muy feliz su cara cuando le contaba las distintas cosas que había vivido desde el viaje hasta el momento en que hablábamos. Conversamos cerca de una hora. Luego salí, hablé un rato con Oto y Kike y cuadramos la agenda del día anterior.


Me di un baño con agua refrescante y fui a la cama complacido por el día, digiriendo historias, sonriendo y sabiendo que al otro día comenzaría una jornada en donde ya no volvería nunca más a ser el mismo.




jueves, mayo 26, 2016

Diario de un poeta viajero: Festival de Poesía Joven Amílcar Colocho en El Salvador - Día 1




Diario de un poeta viajero: Festival de Poesía Joven Amílcar Colocho en El Salvador

A Ileana Fas

Día 1:
A veces los viajes o eventos ponen a uno ansioso y no duerme bien la noche anterior a los mismos. Pensé que eso me pasaría, pero no fue así. De hecho, dormí tan profundo que, cuando sonó la alarma, me preguntaba por qué la había puesto para tan temprano y, al recordar la respuesta, sonreí emocionado. Ya el día anterior había dejado puesta y acomodada la ropa que me iba a poner para viajar. La maleta la había comenzado a hacer tres días antes porque no me gusta tener ese estrés y para que no se me quedara nada porque sería un viaje largo de muchos días.

Mi vuelo saldría a las 12:20 PM, sin embargo, me fui de Aibonito como a las 8:45 AM porque mi querida Enid se había tomado el día libre del trabajo para llevarme al aeropuerto y me había dicho para desayunar juntos. Me había despedido de Nicole en la mañana y sus ojitos se le aguaron. De camino, me detuve en casa de mis padres para despedirme: Mami estaba haciendo sus quehaceres y mi papá estaba por irse con mi primo Cheo a montar unos gabinetes que había hecho. Al despedirme de ellos, tanto sus energías como sus tonos de voz cambiaron y eso quebrantó la mía también; Ambos me desearon buen viaje, que me cuidara y me echaron la bendición. Así comenzó la aventura del viaje.

Cerca de las 10:15 llegué al Walgreens en donde había quedado en encontrarme con Enid. Al salir, llamé a mi primo John ya que habíamos quedado que dejaría mi carro en la casa que era de su abuela, en donde ya no vive nadie y que está en una urbanización con control de acceso. Nos encontramos en el portón, fuimos a la casa, me bajé, nos abrazamos. Al mirar la casa, me trajo muchos recuerdos. Desde muy pequeño la visitábamos a menudo ya que mi tía Raquel, la mamá de John, desde que se casó se fue a vivir al área metro. La abuela de John era doña Alicia; Una mujer alta, muy culta y cariñosa; El abuelo era don John Kelloggs un norteamericano que no hablaba poco español, pero que lo entendía, de mirada amorosa, caminar pausado, amantes de ver deportes en la tv, y un ser humano que emanaba felicidad. Así que estar frente a esa casa, fue un viaje en el tiempo a buenos tiempos.

Bajé la maleta del baúl y mi bulto y lo llevé a la guagua de Enid. Le presenté a mi primo, me despedí de él, y luego le di un abrazo a ella, uno sentido. Salimos hacia el área de Isla Verde a buscar un lugar en dónde desayunar. Luego de varios intentos fallidos, pero en la aventura de vivir, decidimos ir a Piu Bello. El sitio estaba lleno de gringos como suele pasar en esa área cercana a los hoteles. Nos sentamos, pedimos, comimos bien, conversamos de veinte cosas, reímos, en fin, como suele pasar cuando me junto con ella: El tiempo voló. Caminamos a la guagua y de camino conversábamos mientras sentía la energía en cada cual de cómo nos despediríamos. Llegamos al área del terminal. Ambos nos bajamos, ella me ayudó a sacar las cosas y ahí, como si no hubiera nadie, ella me dio ese abrazo y beso que necesita y que me decía en esos gestos que todo estaría bien. Así nuestras miradas se cruzaron y al pasar la puerta de cristal, suspiré.

Al llegar al terminal de American Airlines, hice el procedimiento del boleto aéreo mientras escuchaba a la empleada que ayudaba, hablar con dos compañeros de trabajo de ella que “había pasado por la piedra”, así de literalmente, a un compañero en un examen y luego en una barra bebiendo. De ahí puse la maleta y pasé a la parte de los chequeos de “seguridad”. La de la agencia federal que revisa el pasaporte, mi miró profundamente como buscando algún rasgo de terrorismo en mí; ¡Si supiera! Una vez superado eso, pasé al área en donde uno se quita los zapatos, pone los bultos y pasa por una máquina de escáner en el cual tienes que tomar una posición de yoga. Pasado ese segundo nivel de seguridad, el empleado que coordina el mismo y que te dice que puedes pasar, me revisó tocándome y apretó mi nalga derecha seguido de una mirada pícara. Luego de todo ese asunto protocolar, me senté, me puse los tenis y caminé hacia el la puerta de despegue.

Estando sentado, un señor como en los 50’s, vestido de pantalón corto con muchos bolsillos y en chancletas de cuero, se me acerca y dice: “Joven, ¿Usted me puede permitir utilizar su teléfono para despedirme de una querida amiga de la cual no pude hacerlo por la prisa de llegar al aeropuerto?”. Le dije que sí, que con gusto y que entendía. La persona me dictó el número, lo entré en el teléfono y se lo pasé. Escuché al hombre hablar con mucho respeto con la persona hasta que se despidió diciéndole: “Te amo mucho Mary”. Ahí la persona me agradeció mucho. Me preguntó de dónde era y hacia dónde iba; Le conté. Me dijo que era profesor de matemática en una universidad, pero que gustaba conocer culturas y viajar. Él iba hacia Miami para hacer escala rumbo a Paris y de ahí al Líbano en donde descansaría 5 días descansando, según me dijo, para seguir rumbo a Indonesia en donde estaría tres meses. Se notaba que era una persona conocedora y culta, simple físicamente, pero con una gran dicción; Incluso me dijo que había estado en El Salvador hacía unos años, conociendo el país.

Luego de un rato, me despedí de él porque tenía antojos de tomarme una Pepsi. Iba a comprarla en Churches Chicken, pero había mucha fila. Así que caminé buscando un conector para cargar el celular. Me senté en un suelo cerca de unos cajeros automáticos; Ahí escribí un poema en el celular. Luego caminé, hice una fila pero compré la Pepsi y lo seguí hacia el terminal. Cuando llegué, veía poca gente. Le pregunté a una oriental que estaba al lado mío que si ya habían abordado y me dijo que sí, que hacía un rato. Le agradecí y seguido dije: ¡Oh shit! Llegué a donde un empleado, me identifiqué, miró a otro empleado y con cierto tono de molestia le dijo: “Llegó el que faltaba”. Luego de ese regaño sublime, entré al avión, sentía que la gente mi miraba raro, pero yo con mi sonrisa, tomé mi asiento de ventana, saqué mi Ipod, puse música de Andrés Suárez y despegamos.

El vuelo fue bastante placentero. Siempre las nubes dan un hermoso show. Pasar sobre las Islas Bahamas siempre es un placer de colores para los ojos y vuela la mente. Llegamos al Miami 10 minutos antes, pero tuvimos que esperar que se despejara el terminal. Cuando salí, tenía 55 minutos para tomar el otro vuelo, también de American, rumbo a El Salvador; Era mi primera vez en ese aeropuerto. Habíamos bajado en el terminar 49 y mi otro vuelo salía del 6. Comencé a caminar y yo veía que los números de los terminales no bajaban y los pasos se me hacían eternos y pesados. Veía que había algo que decía Sky Train, pero me preguntaba si valdría la pena y si me llevaría a donde tenía que llegar. Cuando iba por el terminar 27, encontré una empleada que lucía latina y efectivamente lo era. Le pregunté si me era práctico tomar el tren hasta mi terminal, me preguntó a qué hora salía mi vuelo, le dije, me miró con unos ojos de profundamente pena casi a punto de lágrimas por mí, y me dijo: “Te recomiendo que camines lo más rápido que puedas casi a punto de correr”. Así seguí caminando; Sentía que no sentía el aire acondicionado; De pronto vi que a mi izquierda una gringa que quería pasarme con más prisa que yo, pero apreté más el paso y no se lo permití. En fin, 40 minutos después, llegué al terminar y suerte que hago ejercicio, porque si no, seguramente hubiera muerto en el intento.

Cuando caía la tarde, partimos hacia El Salvador. Fue hermoso ver desde el avión la caída del sol. Me sentía como en un vuelo privado ya que en ese Airbus 309 íbamos a mucho 20 pasajeros. De hecho, en mi línea iba solo y las de al frente y detrás de mí, también. Cada asiento tenía un monitor localizado en el cabezal del de al frente y te daba la opción seguir en un mapa el vuelo. Fue emocionante cuando vi la costa de Cuba. Me dio muchos sentimientos sobrevolar ese lugar. De ahí a El Salvador fue corto mientras me acompañaba en el Ipod Sabina y leía algo de poesía.

Cuando nos acercábamos al aeropuerto de El Salvador, había una nubla espesa y nunca vi la pista desde aire. Se sintió rico cuando el avión tocó pista. De ahí pasamos al asunto de la aduana, el cual fue bastante rápido. Siempre me da gracia cuando te preguntan: “¿A qué usted viene aquí?”. Al pasar eso, ya mi maleta estaba allí y al salir, ese abrazo cálido del anfitrión y amigo Otoniel Guevara. Me presentó al chofer que no llevaría a la casa; Un muchacho joven muy agradable y conversador. De camino en un pickup doble cabina del Ministerio de Obas Públicas (MOP), nos detuvimos en un área de negocios muy parecida a los kioskos de Luquillo, pero en donde solo vendían pupusas, la cual es el plato nacional. Las pupusas son parecidas a las arepas y se hacen con harina de maíz o de arroz. Como yo nunca las habían probado, pidieron varias rellenas de diferentes cosas. La forma de comerse es con las manos, inclusive, un curtido que se le pone y el cual está hecho de repollo, vinagre y orégano; Solo me pude comer dos y media no por lo grande, sino por lo que llenan.

Llenos y satisfechos, seguimos camino a la casa en Quezaltepeque. Al llegar, bajamos todo y allí se sentía paz y amor. Me recibieron con mucho cariño, me mostraron el cuarto en el cual me quedaría, llevé mis cosas y regresé para conversar. La casa no tiene balcón y una vez sales por la puerta de lo que sería la sala, estás en la calle. El área de comedor es abierta al jardín y Otoniel la tiene de oficina. En uno de los lados del jardín está la cocina (al frente de la misma un cuarto donde duerme la mamá de Oto), un baño de toilet, una pileta cemento y un cuarto; Hacia el otro lado, un cuarto (donde vive la hermana de Oto), una biblioteca, el baño (con una puerta de metal que no llega al piso y abierto en la parte de arriba, una pequeña pileta de cemento adentro y un tubo por donde sale el agua), un área de toilet, y el cuarto en donde yo me estaría quedando. Una casa sencilla en donde vive un grande, donde se crea en grande, en donde se siente en grande.


Luego de una conversación sobre muchas cosas y con una diferencia de dos horas más tempranas que en Puerto Rico, me dio sueño y me acosté no sin antes llamar por Whatsapp a Puerto Rico y dejarle saber a mi familia que había llegado bien. Esa noche dormí sabiendo que cada noche allí estrenaría formas nuevas de dormir entre historias.