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martes, enero 06, 2015

Reflexionando a 7 días para los 40's




Faltan 7 días para cumplir mis 40’s. Quiero aprovechar estos días para escribir unas reflexiones sobre aspectos de estos años; no como una melancolía, sino como una celebración de la vida.

Reflexión a 7 días: De ahí vengo yo

Mi nombre completo es Angel  L. Matos González, así,  con el Angel sin acento. Nací un 9 de enero de 1975 en una madrugada fría en el Hospital Menonita de mi pueblo de Aibonito. Fui el primer hijo de mis padres que a penas cruzaban los 18 años (ellos no tuvieron boda, sencillamente un día de escaparon como era más común en aquellos tiempos en el campo). Fui el primer nieto y sobrino de mi familia materna con la cual me crie y formé. Luego, poco más de un año después de nacer nació mi hermana Windy y cuatro años después mi hermano Luis Matos “Tony”. Viví en una casita humilde de madera en el terreno de mis abuelos hasta los 5 años; luego, una noche que yo pensaba que tronaba y que nos quedamos mi madre, hermana y yo en casa de mis abuelos, tumbaron la casa y la montaron en la barriada Extensión San Luis en unas parcelas que recién habían regalado, que estaban marcadas con una varilla y una placa de metal con un número y que hizo llamar a la barriada, algunos hasta el sol de hoy, Villa Estaca. Desde que viví en Asomante hasta mis 14 años en Extensión San Luis, en mi casa no había baño como tal; lo que había era una letrina. Así que debajo de nuestras camas todas las noches había una bacineta en donde hacíamos nuestras necesidades. Además, como era una casa que se hizo sin permisos, la luz no tenía la potencia necesaria y había una estructura de cinc que mi papá hizo cuya mitad al aire libre servía para poner la lavadora y la otra mitad un baño y cuando se usaba tanto la lavadora como el baño, no podía haber otra cosa encendida en la casa para que calentara el calentador eléctrico; así nos bañábamos casi siempre mi madre y mis hermanos en aquel baño que no podía haber bombilla y en cuyas paredes al desnudo se juntaban jabones viejos con esperma de vela que se usaba cuando nos bañábamos en la noche. Esos años en la barriada fueron fundamentales para mí porque viví en carne propia la pobreza económica y la riqueza de gente que nos caracteriza como puertorriqueños, pero vi muy cerca de mí lo que la necesidad lleva a gente que quería caer en las drogas y prostitución, entre otras cosas. Con mis vecinos contemporáneos nos las inventábamos creando canastos de baloncesto con cajones de leche, aventuras por la quebrada detrás de nuestras casas, montando caballos que no eran de nosotros a pelo, y cosas por el estilo; Y recuerdo que me tocó ser guía para los más chiquitos. Desde mis 5 años hasta los 15 yo veía a mi papá 3 meses al año ya que viajaba como emigrante agrícola a los EU en un proyecto impulsado por el gobierno de entonces. Para estar en contacto con él, todos los domingos, a la 1 PM, sonaba el teléfono público que estaba ubicado en la casa frente a la de mis abuelos; y era mi padre; así, en una pequeña cabina telefónica que se hacía inmensa y un viaje en las distancias, nos metíamos mi madre y hermanos para hablar con mi papá. Una frase que él me dijo antes de irse la primera vez me llenó de responsabilidad y a mis 5 años me llevó al mundo de los adultos; dijo: “Tú eres mi hijo mayor y te toca cuidar de tu mamá y de tus hermanos; te entrego a ti esa responsabilidad”; Mi padre nunca me había hablado así fue algo que me despertó de cierto sueño y lo llevé a cabo (Por ejemplo, cuidar de mis hermanos porque mi mamá desde que tengo uso de razón por el asma crónica la hospitalizaban de dos a tres veces en el año y nos tocaba quedarnos en casa de mis abuelos, pero yo tenía una responsabilidad sobre ellos). En ese tiempo, él también se mantenía en contacto con nosotros y nos enviaba dinero por correo y mami le enviaba fotos nuestras con una cámara instantánea que había en la casa. Con el dinero que mi padre traía en cada viaje, sus tres meses en Puerto Rico los usaba para ir construyendo una casa de cemento (mi papá por la necesidad aprendió de albañilería, plomería, ebanistería, trabajo de caminero cortando yerba en las calles, y sabía de electricidad pero confesaba que le asustaba). Así, a mis 15 años nos mudamos a la casa de cemento. En esos años, mi abuelos maternos fueron fundamentales en mi formación de las cuales les hablaré en otra reflexión. Viví con mis padres hasta los 19 en donde ya comencé a crear mis propios caminos y vivir otras cosas, pero siempre siempre, con muchas buenas y malas, hemos sido una familia unida y con sus aciertos y desaciertos al educarme y disciplinarme, he sido un hombre de bien y hoy día creo que soy un buen padre. De ahí vengo yo…


Reflexión a 6 días: De mi casa a la escuela
No fui a kínder como la mayoría de los niños. Estuve en el head start de mi barriada y recuerdo el nombre de esas primeras maestras: Eva y Awilda. El head start quedaba como a 4 minutos de mi casa caminando. Como les conté en la reflexión anterior, mi mamá era asmática y además yo tenía 2 hermanos menos más, así que desde esa joven edad tuve que ir aprendiendo a valerme por mí mismo en la carretera y muchas veces siendo un piojo, tuve que caminar solo tanto en las mañanas como en la tarde desde mi casa (Ahora de grande he descubierto que eso desarrolló en mí mi instinto de precaución y de supervivencia en la calle). Fueron años muy bonitos con unas maestras que supieron enseñarme sobre el valor de la educación y ellas lo hacían con amor y eso, desde muy joven, me conmovía. Recuerdo que cuando me fui a graduar mi padre no estaba porque era emigrante agrícola y mi abuelo me compró mi primer pantalón de vestir y mi primera guayabera y ambos fuimos de negro y blanco. Fue un día, desde el despertar hasta cuando recibí aquella primera medalla, muy emocionante y que estuvieran ahí mis abuelos, mi madre y hermanos.

Luego pasé a la escuela elemental.  Comencé en kínder, pero parece que era un niño inteligente y a la semana me pasaron a primer grado. La escuela quedaba como a 12 minutos caminando. Mi mamá me llevó los primeros días pero como ella no guiaba y había caminar subiendo y bajando cuestas, por su condición de asmas se asfixiaba. En ese entonces, mi mamá me daba 25 centavos para la merienda Así que a mis seis años tuve que aprender a caminar desde un lugar donde pasaban muchos carros. Como había otros compañeros de la barriada, regresábamos en grupo muchas veces con los padres ellos.  Más tarde, me tocó cuidar de mis hermanitos en la escuela cuando fueron entrando. Estando ya en cuarto grado, los que vivíamos en mi calle o un poco más allá, descubrimos que a través de la quebrada que pasaba detrás de mi callejón, nos ahorrábamos 5 minutos de camino más el cansancio de las cuestas. Así que hicimos puentes con piedras y madera que cuando llovía y crecía el agua no nos lo destruía, pero que cruzar por ahí nos daba un gran sentido de aventura. Ahí conocí mi primer amor que había venido con su mamá de Cabo Rojo en un traslado y recuerdo el primer besito en mi cuarto grado, durante una fiesta que nos dimos una escapadita a una casa en bloques que estaban construyendo;  Ella se llamaba Carol del Valle Gutierrez. Una anécdota de esos años fue que una vez le tiraron unas bombas de agua a una compañera que cumplía años cuando yo iba subiendo las escaleras y los patrulleros (era como una división de seguridad interna de la escuela compuesta por estudiantes) pillaron a los que tiraron y a mí que no tuve nada que ver; nos llevaron a la oficina y el director nos fue pasando uno a uno y antes de darle a cada una carta citando a los papás, cada cual se llevó tres yardazos y ése fue el anticipo a la correa de cuero que me partió mi padre encima al enterarse de la carta y no creer que mi versión de la historia. Cuando llovía fuerte, nos mandaban a la casa temprano porque el puente que teníamos que cruzar para llegar a nuestra barriada fácilmente el agua se le iban por encima inundándolo. Tuve maestros muy buenos que recuerdo con mucho cariño como la de primer grado Ms. Vázquez, mi maestra de español de cuarto Millita, el maestro que despertó mi gusto por la historia Mr. Arocho, el maestro de matemáticas que me enseñó a valorar la música puertorriqueña y conocer los clásicos, Mr. Chiqui, y así otros que fueron parte de esa etapa en la Escuela Sucesión Vázquez de la Barriada San Luis de Aibonito.

De ahí pasé al pueblo a la Escuela Intermedia Bonifacio Sánchez Jiménez. Ese cambió fue chocante porque tenía que caminar de mi casa como media hora de ida y regreso y porque nosotros veníamos de una barriada humilde y teníamos compañeros que venían de otras escuelas donde sus padres tenían otro nivel social diferente al nuestro y hubo que ganarse el respeto por el intelecto y otros compañeros a la fuerza. En ese entonces, mi presupuesto para merienda era de 50 centavos diarios. Viví muchas cosas en esos años y descuidé mis estudios. Recuerdo que cortábamos clase para irnos a casa del hijo de la superintendente de escuelas para jugar Atari y más adelante Sega.  Fueron varias las veces que a mí y otros compañeros, no sacaron nuestros padres cuando jugábamos maquinitas en lo que era el antiguo cine de Aibonito (yo era de los mejores jugando Galaxy). A veces no quería ir a clase para irme a jugar ping pong y me ponía a hablar o molestar en la clase para que me botaran para que tuviera que ir a la oficina a buscar una excusa y lo triste del caso era que mi tía Carmen Inés era la trabajadora social y quien me tenía que excusar.  En séptimo entré a la Banda donde originalmente quería tocar saxofón, pero como se me adelantaron y se habían acabado, tuve que optar por la trompeta. Esa etapa fue de mucho aprendizaje porque aprendí a ver la música de otra perspectiva, a leerla y disciplinarme y recuerdo que en aquel entonces todos los trompetistas queríamos ser como Iván Rivera, fundador y director de Plenéalo, y que en aquel entonces estaba ya terminando la escuela superior; estuve solo hasta 9 no porque luego me confligía con otras cosas. Tuve un amor platónico por la cual suspiraba, pero nunca le dije nada; su nombre era María. No era un chico muy popular y era bastante tímido y pendejito; no recuerdo que nunca me invitaran a un quinceañero. Sin embargo, metí mano y me gradué de escuela intermedia con aquella horrible toga gris y rosado.

 Luego vino la escuela superior. Ahí mi mesada diaria era 1 dólar. En aquel entonces, Aibonito tenía una de ellas que solo se daba segundo año y otra donde se daba de segundo a cuarto año; yo estuve en la primera. En ese entonces yo me sentía el chico del pueblo y para la superior venía la gente de los campos y al principio fue chocante y hasta los hacíamos sentir mal creando una división entre ellos y nosotros. Sin embargo, poco a poco nos fuimos integrando y fue un año, ese segundo, donde me reenfoqué hacia lo que quería en la vida que era llegar a la Universidad y llegar bien. En segundo año tuve el accidente de enamorarme por primera vez ya a consciencia y “adulto”. Esta chica me miraba, se sentaba en todas las clases frente mí pero yo pensaba que era algo random, mis compañeras me decía que yo le gustaba y el día que por fin me animé a decirle algo, llegando a la escuela, ella pasó de la mano de otro compañero de clases.  No recuerdo si fue un dolor de amor, de ego o de la utopía del amor, pero fue un dolor profundo tanto que fue la génesis para escribir mis primeros versos, pero de eso les hablaré en otra reflexión. Ella se llama Brenda. De ahí pasamos a la high de arriba, como le llamábamos, porque quedaba en una parte más alta del pueblo. Fue un tiempo divertido jugando cartas en los “blichers” de la cancha, los torneos de baloncesto en los que nunca jugué, las fiestas de los salones, las maldades como cuando le eché un ácido con un gotero a la camisa de un compañero, se rompió y la maestra me hizo comprarle una y cosas así. En cuarto año participé en mi primer certamen literario con un poema en donde gané un Certificado de Participación. Ese año fue bien retante porque a tres compañeros y a mí nos separaron del grupo que habíamos estado desde segundo año y nos pusieron con el grupo 1 (antes estaba en el 2) y eran los más “estofones” y que normalmente no se juntaban con los otros grupos; claro, yo sí había compartido con muchos de ellos porque estuvieron en banda cuando yo estuve. Sin embargo, supe sobrellevarlo y me gradué con un buen promedio, logramos que nos permitieran tener graduación ya que la clase del año anterior hizo unas loqueras que los directivos de educación dijeron que no se volverían a hacer graduaciones de cuarto año, por lo logramos y cada cual siguió su vida universitaria u otras vidas.

Así entre estas historias que aquí les cuento, otras que les confieso me he censurado de contar, discurrió esa primera etapa académica y formativa en mi vida y pasé de mi casa a la escuela…



Reflexión a 5 días: El CUC en el corazón, mis días universitarios

Me gradué de la escuela superior en el año 1993. Cuando decidía lo que sería mi carrera universitaria, como muchos, sentía la presión de la orientadora de la escuela a estudiar profesiones como ingeniería, leyes, medicina, gerencia y hasta nos metían la idea de irnos al ARMY bajo el sueño de las ayudas y todas esas faláceas.  Nunca estuvo en ese discurso el estudiar alguna rama de las humanidades ni siquiera los maestros,  que en aquel entonces eran relativamente mejores tiempos, nos recomendaban estudiar pedagogía; Gracias a los dioses, algunos en el camino encontramos nuestra misión y de mi clase salieron buenos maestros, músicos, pintores, fotógrafos y ramas a fin que no eran las que nos empujaban a estudiar el stablishment.

Recuerdo la emoción cuando recibí aquella carta de la UPR en donde era aceptado. Mi idea original fue estudiar programación de computadoras y para ellos solicité en la UPR de Bayamón junto mi compañero de clase Charlie Colón. Para una familia de 5, como era la mía,  en donde había solo un carro y mi papá trabajaba en Picú en turnos donde tenía hora de llegada pero no de salida y con limitados recursos económicos, el reto para mí para trasladarme a las distintas gestiones para el nuevo ingreso a la universidad y eventualmente ver cómo podía pagar un hospedaje, era algo bien fuerte y chocante. Recuerdo que muchas veces, me llevaban a Barranquitas desde donde cogía una guagua pública que hacía escala en Naranjito hasta Bayamón y de ahí otra hasta la universidad. Uno de esos días en la UPR de Bayamón dije “de aquí al terminar no es muy lejos; voy a caminar”. Así, jíbaro de Aibonito exponiéndome a quién sabe qué, caminé 45 minutos hasta el terminar bajo los calores de mayo y áreas que no conocía su peligrosidad. Otras veces, al llegar a Barranquitas mi padre no estaba ni mi tía Elena y me paraba cerca de la Universidad Interamericana, ya cayendo la noche, a esperar alguien que me conociera, pasara hasta Aibonito y me diera pon. Aunque puedan pensar que era algo que me causaba tristeza, realmente no, lo viví como una aventura y hoy lo cuento con la misma sobriedad y gusto con el que les puedo decir que desayuné un sandwish de jamón, queso y mantequilla con un café con leche.

Ya con todo corriendo, me dijeron en la Universidad que tenía que tomar un curso remediativo de matemática. Eso no estaba en mis planes, no podía viajar a todos los días a Bayamón ni mucho menos hospedarme tan rápido. Pregunté y me autorizaron a tomarlo en Cayey. Como mucha gente de Aibonito iba para nuestro siempre CUC (Colegio Universitario de Cayey) pues ese verano viajé con mi amigo Moisés y en su Datsun 210 azul usado que estaba impecable y que le había regalado un tío. Tomé el curso con el profesor Edwin Morera y todos los viernes él llegaba en pantalones cortos a darnos examen y nos decía: “Viene jóvenes, vamos a tomar el examen rápido que dejé el Camaro prendido que me voy pa la playa y se me acaba la gasolina”. Tomando verano ahí en Cayey, me enamoré del Recinto, de mis compañeros estudiantes, de la calidad de los profesores y tomé la decisión de quedarme a estudiar en ahí e hice mis contactos con el Registrador de entonces que era de mi pueblo y amigo de mi padre. Con mi promedio y College Board, podía estudiar lo que quisiera allí. Así que pensando en el discurso de la orientadora de la high school, que mi madre era asmática, lo que viví siendo paciente del sistema público de salud del país, pero también con la bichería de volverme un médico prestigioso, con uno o varios Mercedes Benz y tener un apartamento de jangeo en la Riviera Francesa, decidí quedarme a estudiar Ciencias Naturales.

Ese cambio se dio dos semanas antes de comenzar las clases. En aquel entonces, los grupos iban en bloque tomando los cursos básicos; es decir, los prepas tomaban todos los cursos con los mismos compañeros. Como yo entré último, cada uno de mis cinco cursos fueron con grupos diferentes lo cual fue muy enriquecedor para mí. En ese entonces recuerdo un curso en particular que me marcó el cual fue Ciencias Sociales con la Profesora Belén Barbosa, una profesora mayor, siempre perfectamente proper vestida con su pelo blanco con un blower impecable y una juventud de espíritu contagiosa, que venía de Río Piedras a darle clase solo a mi grupo; Nieta de José Celso Barbosa y la hija pródiga de su familia, como ella misma lo decía, porque era la única independentista en esa sepa puramente estadista; Una mujer que nos provocó el placer de la lectura, desarrollar el pensamiento crítico con gusto, el respeto a la diversidad de pensamientos los cuales supo encaminar sin plantearse el cambiarlos, solo que fueran consecuentes y bien documentados. No sólo la clase a nivel teórico y de lecturas fue exquisita, sino el grupo del cual aún la mayoría, a tantos años de distancia, seguimos en contacto y cada cual es un profesional exitoso en su campo; Entre ellos: Gerardo Santiago, Ivelisse Morales, Catalina González, Lorell, Enid García, entre otros; Sobre todo Catalina quien fue de mis primeras lectoras y quien me apodó Neruda, seudónimo que adopté para mis correos electrónicos y nicknames en páginas. Así que esa fue una de mis más grandes bendiciones. También recuerdo mi prepada: Como prepas, escondíamos nuestras matrículas para no delatarnos y que los de otros años no nos hicieran maldades. El primer día que iba para la clase de  Humanidades juro haberme memorizado el número de salón y la hora y entré. No conocía a nadie, pero eso no era raro, pero sí a dos de Aibonito pero de una clase anterior a la mía; la profesora entró y comenzó a hablar en una lengua que me parecía conocida, pero no entendía. Luego me dijo algo que no entendí hasta que se rindió y me habló en español: Había entrado a un curso de francés.

A pesar de que había mucha gente de Aibonito, yo era bastante solitario en mi primer año. Me pasaba en una esquina de la cafetería estudiando, leyendo o escribiendo. Con el pasar de las semanas, gente se me fue acercando y nos dimos cuenta que teníamos en común el gusto por escribir. Así que esa mesa solitaria se fue llenando, hubo que pegar otras, y de una de lectura, estudio y escritura, se volvió otra de tertulia, de taller de escritura dándonos ejercicios o asignaciones para escribir. En el 1994, el Departamento de Español nos hizo un acercamiento para formar una organización adscrita a ellos  y nos hablaron de fondos para publicar una revista con nuestros escritos. Así en aquel entonces surgió el Círculo de Español. Entonces sí que la cosa se puso divertida porque me pasaba jagueando y compartiendo con los de Humanidades que me veían raro porque estaba en Ciencias y los de Ciencias no me aceptaban mucho porque me pasaba con los de Humanidades, pero desde entonces aprendí a no dejarme llevar por lo que los demás piensen sino lo que yo sienta. Siendo el más joven del Círculo, fui elegido presidente y lo tomé más por el prestigio pero no sabía de las responsabilidades. Una vez había una actividad y falté a muchas responsabilidades que me habían asignado como líder y el profesor mentor, Miguel Nolbert, me llamó a su oficina y me puso en mi lugar con mucho respeto. Recuerdo que salí con lágrimas y entre ellas pensé: “¿Quieren que sea un líder? Pues lo voy a hacer y que aguanten presión; es hora de joder”. Ese espíritu de aventura que me define, se activó en la faceta de líder y de ahí en adelante, cada vez que organizaba una actividad, se la llevaba al grupo y profesor mentor todo diagramado, organizado, contactado las personas pertinentes, y cuidado hasta el más pequeño detalle. Así que vivo agradecido, de ese regaño, pero de esta faceta del Círculo y la parte creativa les hablaré en otra reflexión.

Mi primer año no tuve carro (en mi segundo adquirí una guagüita Mazda 323 del 86 usada con un préstamos estudiantil) y viajaba a veces en la Aspirina (Una guagua tipo escolar, pero del tamaño de la mitad de una regular, que iba entre Aibonito y Cayey, y cuyo nombre sale de los dolores de cabeza que da no sólo la ruta, sino lo demente que manejan sus choferes aún en áreas donde hay barrancos de más de 100 pies hasta el Río La Plata), pero más con amigas las cuales fueron, sin proponérselo, una escuela para mí: Carla, Brenda Colón, las gemelas Rosabel y Roxanna Guillén. Escuchar sus historias me fue sumiendo en ese mundo de la mujer que no conocía a profundidad: Sus luchas, discrímenes, historias, cómo sienten, etc. Igual, los días que cobrábamos en rembolso de beca, cambiábamos y nos íbamos de tienda y supe ser asesor de colores, de modas, olores y hasta de ropa interior lo cual fue bien gracioso porque hombres que iban con sus esposas o parejas, se quedaban lejos de la ropa interior, por ejemplo, y yo las tomaba, las miraba, leía los tickets de qué estaban hechos y dónde, y me miraban extraño esos purititos machos cayeyanos. Igual, irnos a almorzar al antiguo Pizzahut al bufet y luego ir a tomar clase casi a punto de coma por lo llenos que quedábamos; a Burger King donde había que esperar que Roxanna se comiera sus papitas frita una a una mientras le ponía kétchup una a una; las jarteras en los tacos de Ramonita; el irnos a reposar el almuerzo mirando cosas por tienda Woolworth; y así otras aventuras gastronómicas a fines. Aquellos veranos en que trabajaba en trabajos del gobierno de ADT,  todos los viernes me iba con Carmen Sánchez a encontrrnos con mis amigas de Caguas y nos íbamos de playa a Ocean Park; u otros veranos con Pablo, Jorgito, David y Ale por Guavate.

En mi tercer año, el profesor René, el cuco de la biología pero que conmigo tenía una afinidad y solía mostrarme su lado humano, luego de una clase donde explicó la fusión de las células, hablé con él y le expuse cómo veía ese hermoso misterio de vida; él me miró por sobre sus espejuelos, agarrándose la quijada y al terminar mi exposición y luego de unos segundos que para mí parecieron horas me dijo:  “Estudiante, usted para ser científico, es demasiado humanista”. Eso caló profundo en mí y fue lo último que me faltaba para tomar la decisión de irme a estudiar Estudios Hispánicos y así lo hice. En mi segundo año, tenía libre de 10:30 a 2 martes y jueves para luego tomar Humanidades;  Para matar tiempo iba con una pana, muchas veces al Mirador a beber Medalla de botella mientras jugábamos billar en un pequeño nicho oscuro en el segundo piso. Así, en el Mirador viví experiencias inolvidables como muchas veces recibir el sol del otro día con cerveza en mano, haber visto por primera vez ahí tocar a Tito Auger (aún conservo un tubo de ensayo con el logo del Mirador donde Tito, sin conocerme, me compartió parte de un shot que se dio y que fue el principio de una laaaaaaaaaaaaaaaarga amistad que hoy día me honra y honro); entre tantas otras aventuras y hoy regreso y los fines de semana uno se encuentra gente de esa vieja escuela que le trae a uno tantas memorias. Igual, mis bohemias en apartamentos o actividades de la universidad con Vicky Sanabria, Pablo Alexis Santos, Graciano López, Gerardo Santiago, Carmen Torres, Zenaida, Cindalí y gente de la Universidad como Wilma Guzmán y Aixa.

Tuve profesores exquisitos que me marcaron en todas las materias. Entre ellos quiero distinguir la profesora Carmen Quiroga, mi primera profesora de español;  Isabel Delgado que entre chiste y chiste, esa española me hizo ver la belleza de la literatura de su país; Teresa Tió quién me mostró la hermosura creativa y profundidad del arte de modo tal que marcó mi vida como escritor así como aquella visita con Martorell al Viejo San Juan a la cual me invitó aun cuando no era estudiante de su curso de Arte Puertorriqueño; Migdalia Barreto quién con su pausada voz me llevó por los mundo helénicos de la antigua Grecia y Roma y años más tarde, con mucha pasión, energía e histrionismo, intentó enseñarme francés, pero como dice mi amigo Pablo, aprendí más de mimo que hablar la lengua de André Bretón; Edgardo López Ferrer que supo ser poeta, amigo y Maestro; Tomás López Ramírez quien me hizo apasionar por la literatura del Siglo de Oro por cómo se la vivía y le brillaban sus ojos bañados por el humo de sus cigarrillos como un Quijote moderno y cuya literatura como cuentista me tocó de cerca; Rosario Núñez de Ortega quien intentó hacerme amar la lingüística/filología y que, aunque no lo logró del todo, me nutrió del misterio de la formación de las palabras y una gran amistad y la oportunidad de los desayunos en casa de Rebeca cuando estudiábamos para los exámenes en los cuales no salí tan bien pero aumenté par de libras; Milagros Martínez y Miguel Nolbert  que supieron ser mentores míos como escritor, líder y hombre y a quienes siempre les deberé tanto. De modo muy especial, quiero distinguir a dos profesores que son para mí modelos del profesional que trato de ser y que aspiro a ser: La profesora Ana Elba Irizarry y el profesor y Maestro, así en mayúsculas, Rafael Aragunde; Ana Elba quien me develó la literatura puertorriqueña desde la intimidad de esa tradición literaria, su pasión de enseñar, su gusto por hacer pensar, la confabulación con la historia, y aquel curso especial de Literatura Femenina del 70 donde me hizo creer en mí y contra quienes no creían, llevamos a nuestro Colegio a Ana Lydia Vega, Rosario Ferré y Magali García Ramis, tres grandes escritoras, tres grandes mujeres de las cuales hoy día gozo de su amistad pese a que Rosario está delicada de salud; Rafa Aragunde que con su histronismo, pasión de enseñar, capacidad de síntesis, humor, su no fe, inteligencia y forma de enseñar me marcó profundamente en Humanidades 3 y 4 y luego en Filosofía 1 y 2 en donde el primer día me dijo con una gran sonrisa y sarcasmo: “Flaco, tú aquí?  Eres masoquista” y fue un curso muy especial donde todos los viernes cruzábamos con él la verja rumbo al Mirador y ahí pasaban horas largas al cual se nos unía el profesor Hugo Visepó que en paz descanse.  Y así también gente que adoré con la profesora de coro Doris Maldonado y al rector Monserrate quien siempre auspició nuestro Círculo y a mí a mis primeros viajes como escritor siendo estudiante. Momentos que extraño como aquellas noches intensas de la Casa de Histriones original en donde leí poesía por primera vez en una noche donde conocí y escuché, también por primera vez, al cantautor y amigo hoy día Mikie Rivera y que esa noche también actuó Sully Díaz; Y así tantas noches mágicas que se vivieron allí u obras que se hacían al aire libre.

Viví momentos que se tatuaron a mi historia para siempre en el Colegio Universitario de Cayey, muchos que he obviado para no aburrirlos, pero que son muy muy especiales y llenos de detalles. Tantas personas que por no pecar de dejar gente fuera evité mencionar nombre pese a algunos fundamentales y que todos y todas son parte de mi vida para siempre y que ellos y ellas saben quiénes son. Tomé la decisión correcta al cambiarme a estudiar Estudios Hispánicos pese a que mis padres pensaron “acabamos de perder a nuestro hijo” y otros que me moriría de hambre. No soy rico económicamente, pero espiritualmente nada puede pagar las cosas que vivido intensamente y que es como si hubiera vivido varias vidas en una si me comparara con otra gente.  Siempre he llevado con orgullo donde quiera que me presento o que alguien le pide que le hable de mí a mi pueblo, mi nación, mi bandera, mi gente;  Y esa institución donde me formé, el Colegio Universitario de Cayey.  Así siempre, hasta mi último aliento, llevaré con orgullo al CUC en el corazón, mis días universitarios…



Reflexión a 4 días: De mi infancia a Nicole

Mi infancia discurrió entre esos primeros 5 años en Asomente y los próximos hasta los 19 en Extensión San Luis. Fueron años en donde vive muchas cosas simples, pero que marcaron mi vida. Aunque teníamos pocos recursos económicos, mi padre siempre tuvo algún carrito con el cual salíamos. De muy pequeño recuerdo que en los veranos era tradición ir básicamente todas las semanas de playa a Jauca en Santa Isabel o de río ya fuera el de Algarrobo en Aibonito o Las Calabazas en Coamo. De Jauca guardo lindos recuerdos porque fue el mar que vi por primera vez aunque obviamente no recuerdo eso, pero sí siempre que he vuelto de grande, me da una sensación que se me aprieta el pecho. Allí se encontraba mucha gente del barrio con los clásicos calderos de arroz, pollo o pernil y las cervezas (Primero fue Schaffer, después Budwieser, después Miller Light, y más adelante las Coors Light). Igual el que mi padre despertara mi espíritu de aventura porque le gustaba salir, ver lugares, ir de pesca y cosas así. A mí me gustaba pescar, pero nunca me ha gustado el pescado (sólo bacalao, atún, salmón, chapín y ahora de grande la tilapia) ni los mariscos (una vez casi me obligaron a chuparme un ostión y creo que aún hoy quedan vómitos por ahí), pero la idea de la aventura me apasionaba, escuchar a los pescadores, el montarme en un bote, la sensación de la captura, la idea del viaje de ida y regreso, ese alejarme de todos para estar a solas con el mar o el río desde muy pequeño; Todas esas cosas me marcaron profundamente. Igual, por casa de mi familia paterna, jugar con mis primos por un cerro al lado de la casa hasta de noche o bajar una quebrada que quedaba como a 20 minutos cuesta abajo.  En uno de eso juegos, pensaba que podía levitar sobre los alambres y en una se me resbaló un piel, me hice una herida como de 6 pulgadas, mi padre me echó un pote de alcohol que ni me dolió, en el hospital no me quisieron tomar puntos y más adelante un cirujano me puso durante tres semanas unas inyecciones para al menos bajar la pronunciado de la misma; y ahí está, como recuerdo permanente de que toda aventura tiene un riesgo y costo.

En mi barriada todos aprendimos hacer de lo poco mucho. Allí corríamos caballo a pelo a los cuales le hacíamos un jaquimón con sogas y que siempre esos animales desbocaban y quedaba caerse, tirarse a su propio riesgo o pasar debajo de algún árbol y colgarse de una rama (Una vez me fui a montar a un caballo, puse mis manos sobre su lomo y me impulsé tan fuerte que hice un flip flap sobre el animal, me fui en cámara lenta y caí sentado al otro lado). Aprendí a reparar bicicletas y hacíamos carreras que muchas veces terminábamos en el piso o las cunetas por problemas técnicos. Había un terreno baldío en el cual hicimos una cancha rústica con pedazos de madera de las casas de algunos vecinos, al principio con un cajón de leche y luego con un aro y cuya tierra estaba llena hoyos e irregularidades y allí pasábamos nuestras tardes y veranos (Recuerdo que una vez me doblé un tobillo, me tuvieron que sacar entre dos y luego me llevaron a la casa de la mamá de una vecina quién me santiguó el pie el cual llegó como un jamón y al otro día estaba tan bien que hasta pude ir a la escuela caminando y jugar baloncesto en la tarde); años más tarde mi papá nos hizo una buena en mi casa y era sitio de encuentro para muchos en el barrio. Mi callejón era una península rodeada por una quebrada y jugábamos por el margen de la misma a escondite, atoca’o o simplemente de lugar de exploración. Teníamos un vecino, un señor mayor que se llama don Benny que en su terreno tenía un palo de guayaba que daba unas frutas espectaculares y además otro de pomagasa, pero era un viejo tacaño y prefería que se perdieran a regalarlas, aunque a veces nos dejaba coger algunas limitándonos la cantidad que podíamos tomar. Así que con visión social y hambre, hacíamos un equipo en cual unos vigilaban que el señor no viniera, otros se trepaban a los árboles y otros cogían la fruta en el piso; luego nos íbamos corriendo por la quebrada a un lugar cerca de mi casa y allí repartíamos el botín en partes iguales. Otra aventura que disfrutábamos era que frente a nuestra barriada había una montaña con una piedra muy grande en la cima y nuestra gran excursión con los vecinos era subir y sentarnos en la piedra o, cuando llovía fuerte, por el lado de la misma bajaba un riachuelo, se hacían unos pozos de agua y allá íbamos a zambuirnos.  

Otras cosas que guardo en la memoria de esos tiempos es que llegaron unos años en los cuales cuando llovía fuerte mi callejón se inundaba y teníamos que dejar nuestras casas. Al regresar al otro día, todo era destrucción. Así aprendí a manejar la sensación de pérdidas materiales, valorar lo que tenía y entender lo fugaz que somos en esta vida. Luego venía la Cruz Roja a traer ropa que nos regalaban, Servicios Sociales daban vales para alimentos y el municipio vales para adquirir neveras, lavadoras y camas; viví eso como 5 veces. En otros aspectos, recuerdo haber visto en casa de un vecino un poco mayor que yo, los primeros vídeo en VHS y eran unos conciertos de Kiss, Metallica y Cinderella y recuerdo que esa maravilla de la tecnología, en aquel entonces, me impresionó tanto que casi nada hoy día ha podido superar eso. Se podría pensar que tuve una niñez con necesidades, pero les comparto algo que comenté los otros días sobre eso: “La idea de las necesidades es dependiendo del punto de referencia. En aquel entonces yo no sentí necesidades porque aprendí a sacarle el máximo a lo que tenía y disfrutarlo; por ejemplo: Si no podía tener un avión de combate marca Matel, pues hacía uno y de papel y mientras aquel no volaba, el mío sí. Así que esa consciencia de vivir al máximo con lo que tenía que aún hoy día no lo veo como mucho ni poco sino lo necesario, ayudó a formar mi carácter. Lo que sí fue más importante y que nunca faltó, que no se puede comprar para nada, que no se puede fingir, fue el amor y aprendí a amar en el camino: Mi familia, mi callejón, mi barriada, mi pueblo, mi bandera, mi nación y cada ser que ha pasado por mi vida amándome y dejando una huella... A fin de cuentas, de eso se trata y eso es vivir, pero lamentablemente mucha gente vive aferrada al ay bendito y no disfrutan lo que tienen porque están pendientes a lo que el otro tiene y esa diferencia es lo que llaman "necesidades"... Ser feliz no requiere de mucho ni poco sino sensibilidad y pasión de vida...”.

A mis 28 tuve el regalo del Universo de que me reencontrará en este mundo un alma vieja y tuviera el privilegio de ser su padre: Se gestó mi hija Nicole Matos Ramos. Cuando su madre me lo planteó, al principio puse muchos peros lo cual en el fondo era que no quería porque sabía que nuestra relación no tendría mucho futuro. Sin embargo, una noche, mientras dormí, vi a mi hija en mi mente, me sonría y me hablaba telepáticamente; era como si flotara la bebé y desnuda sobre un fondo verde con burbujas y sentí esa conexión especial con ella. Así acepté esa parte de mi destino y se trabajó en lo propio. Curiosamente, cuando alguna vez pensé la idea de ser padre, quería que el nombre de mi primera hija fuera Génesis por lo que eso significa, sin embargo una noche sentí que la vida se había gestado y esa noche ella volvió aparecer en mi mente exactamente como la había soñado la primera vez y en esa comunicación me “dijo” sin palabras su nombre: Nicole. Al tiempo, su madre se hizo la prueba y fue confirmar lo que había sentido y aún ahora que escribo esto, se me hace un sonrisa tan grande que  duele en la quijada y más cuando le hicieron el primer sonograma y confirmó que era una niña; Verla en esa imagen tan vulnerable, pero a la misma vez con una energía y aura tan intensa, es algo que cuando cierro los ojos, lo revivo constantemente.

Mi vida es complicadita y se me hace difícil pararla para X o Y cosa por el compromiso que uno tiene para las letras y lo que uno significa. Así una noche regresé a mi casa cerca de la 1:30 AM después de una noche de poesía y acaricié a mi hija a través de la barriga de su mamá. Al rato ella se levanta, va al baño y de regreso me dice: “Fui al baño a orinar, pero lo que salió no fue lo que fui a hacer”: Había roto fuente. Me puse la misma ropa con la que había llegado, llamé a mis padres de camino y nos fuimos para el hospital que estaba cerca. De sala de emergencia la pasaron a la sala de pre-parto. Allí estaba ella en un cubículo con dos mujeres más en el mismo proceso. Fue irónico que mientras esas mujeres estaban en dolores de parto, en aquel cubículo había un televisor en el cual estaban transmitiendo vía CNN y en vivo la Guerra en Irak con los bombardeos y ese morbo que se escuchaba en la voz del reportero. La madre de mi hija fue fuerte; inclusive una enfermera me dijo: “Ella tiene una contracciones que son el doble de las del lado de ella que están gritando y no lo hace”. A las 7:50 el ginecólogo me dijo que había que hacer cesárea porque no había contraído lo suficiente y los vitales de la bebé comenzaban a bajar. Aunque cobarde como soy, tenía la valentía de ver nacer a la niña nacer y ya no sería posible. Cuando estaba frente a sala de operaciones entró una amiga que trabajaba allí, me vio con mi cámara digital y me dijo: “Si quieres tomo fotos al proceso”; Así lo hizo, tomó fotos muy buenas, y tengo al menos en imágenes, esa memoria.  A las 8:35 AM salió de un 15 de abril de 2003, un jueves Santo, el ginecólogo con una pequeña criatura envuelta en sábanas. Yo la miré, ella me miró con sus grandes ojos, lanzó una sonrisa y seguido me sacó la lengua; desde entonces supe, que sería una relación de abuso conmigo je je je. Le pregunté al doctor, si era mi niña, cosa que ya sentía, dijo que sí, acaricié sus pequeñas manos y lloré de emoción y felicidad.  Físicamente fue tal y exacta como se me había presentado en sueños.

Tuve un instinto paternal/maternal muy fuerte. Siempre, antes que ella se despertara con hambre, yo despertaba presintiendo y cuando ella lo hacía yo la atendía por amor y también porque su madre estaba operada por la cesárea. Desde pequeña ella se quedaba dormida sobre mi pecho (su madre nunca la lactó porque en el hospital nunca se la pegaron a tiempo; una vez bien bebé, yo estaba sin camisa y ella en mi pecho y de pronto se fue acomodando hasta que se pegó a chupar una de mis tetillas; Fue muy gracioso). Muchas veces me sentaba en mi laptop a escribir, a seguir mi labor de poeta, con ella recostada en mi pecho mientras escribía; así que ella pudo sentir desde mi corazón la poesía vibrar. Fue hermosa irla viendo despertar al mundo, descubrir las cosas, cada detalle de su desarrollo. Siempre se le habló como es aun cuando la gente piensa que ellos no entienden. Yo le hablaba de las cosas que vivía en las actividades que iba; la ponía en su corral a tener bohemias conmigo con su botella de leche y yo con mi Medalla a escuchar a Silvio, Roy Brown, Serrat, Filio, Delgadillo, Fiel a la Vega, Lucesita Benítez, Andrés Jiménez, Jorge Drexler, Tania Libertad, Mercedes Sosa entre tanta otra gente y le contaba algunas cosas sobre las canciones; Ella me miraba con esos ojos que sonreían (Recuerdo que una vez le hice una prueba de paternidad: Puse su botella de leche y una lata de Medalla y la puse frente a ellas a ver cuál quería coger; Tan pronto la senté, estiró sus manos hacia la Medalla; Sí, no había dudas que era hija mía ja ja ja).

Cuando tenía 2 meses vio y tocó el mar por primera vez y fue en Rincón; Recuerdo sus cabellos al viento, sus dedos jugando con la brisa como acariciándola, sus ojos sorprendidos ante las pequeñas olas, la sensación placentera cuando sus pies tocaron el agua. Cuando tenía 3 meses vio por primera vez a la Orquesta Sinfónica en concierto en la UPR de Cayey y pasó todo el evento despierta, cambiando su mirada entre los instrumentos, con sonrisas esporádicas, tal vez recordando composiciones que escuchó estando en la barriga de su madre. Cuando tenía 4 años leyó poesía junto conmigo en una actividad que organicé en mi pueblo con un poema que se había aprendido en la escuela; lo hizo con pasión, tranquilidad ante un salón lleno de gente, y con una entonación perfecta. Cuando tenía 5 años hizo su primer viaje en avión, fue a Tampa y su constante emoción hizo valioso todo: Vio un acuario y emocionada con los peses; en parque vimos serpientes y caimanes en estado natural; Estuvimos en el estadio del football de cuyo equipo somos fánaticos; Corrió detrás de las ardillas; Estuvimos en un juego de Grandes Ligas viendo nuestro equipo; Y así otras aventuras. Ella ha seguido creciendo y no deja de sorprenderme. Desde pequeña, la gente ha sentido su energía; han dicho que tiene ángeles, gente con otra percepción ha dicho que es un alma vieja, pero por sobre todas las cosas, ha hecho a las personas sentir cosas lindas sin conocerla sin escucharla sin saber su historia. Ha sido una estudiante con un hambre voraz de aprender; Antes de entrar a la escuela, como yo el leía señalándole las letras y palabras, le tenía una colección de libros, pizarra, muchos papeles, lápices, marcadores, ya ella sabía leer y trazar palabras y números. Cuando estaba en kínder su maestra me dijo: “Nicole es para sus compañeros maestra y tutora”; y así todos los maestros desde entonces me han repetido frases similares o, cuando voy a buscar sus notas: “¿Qué quieres que te diga que no sepas de lo excelente que es tu hija no solo como estudiante sino como ser humano?”. 

Nicole ha sido un ser que ha traído balances y un replanteo constante de mi vida. Es mi hija, mi amiga, cómplice. Soy para ella su padre, su pana y hasta su juguete favorito. Ayer, por ejemplo, llegué tarde una actividad en que ella estaba, cantaba al llegar y sus ojos brillaron al verme; al terminar de cantar, fue y me abrazó, luego de un rato, cuando nos fuimos, decidió irse conmigo y no con su madre, le preguntó que cómo lo pasó y respondió: “El 95% del tiempo aburrida hasta que tú llegaste”. Ella vive la vida con pasión, con curiosidad, con espíritu de aventura. Jugamos juegos simples, nos vamos por montes a explorar, jugamos a adivinar la forma de las nubes, me hace parte de sus juegos en su Tablet y la hablamos como otra aventura, nos acostamos a ver lluvias de estrellas y cuando una Luna le gusta, me pide que la fotografíe, gozamos de pegarnos la manguera luego de lavar el carro o los screens de la casa o sencillamente jugar bajo la lluvia, hacemos competencias de improvisar bombas recitadas, gustamos de cambiarle las letras a las canciones, ha aprendido el poder de las palabras y el momento perfecto para decirlas, cuando es una “mala palabra” dice la mitad y luego me señala para que yo la termine; y así inventamos formas de ser felices e infinitos.  Tenemos diferentes modos de llamarnos dependiendo del momento y el motivo de la comunicación: Por ejemplo, le digo Nicki, Chupi, Mamita, Nic… Ella no se aburre; siempre anda inventado hacer cosas: Hace historias con sus muñecas, entre un libro de origami que tiene y Youtube en su Tablet, hace formas complejas; Con sus muñecas inventa historias y también son su alumnas porque para estudiar de sus clases, ella les da las lecciones y les hace las asignaciones que le asignan; disfruta de pintar; Ama practicar deportes conmigo en la cual no somos profesionales pero sí muy felices como en estos meses que nos vamos todas las semanas a jugar tenis; Toma clases de guitarra y eso la ha dotado de conocimientos musicales y cuando canta, conoce sus tonos; Todo el mundo queda encantada con su canto y canta para el coro de mi tía en la iglesia del barrio además que ha aceptado mi reto de aprenderse canciones que ambos nos gustan y las ha cantado: Verde Luz de El Topo, Cantares de Serrat/Machado, La Maza de Silvio, Brazos de sol de Filio, entre otras y ha sido acompañada por maestros como Kacho Montalvo, Pedro Guzmán, Richie Flores y Chabela Rodríguez y la cual un día Danny Rivera subió mucho antes de su show para escucharla cantar en la Plaza de Aibonito y le dijo: “Tú cantas canciones de los grandes como los grandes”. Pero por sobre todos esos dotes, ella es un ser humano sensible, amoroso, detallista, creativo, apasionada, perfeccionista, con visión de presente y futuro, pero por sobre todo, con una mentalidad de disfrutar y vivir todo lo que hace con pasión.

Mi infancia y la de mi hija se dieron y han dado en tiempos y circunstancias diferentes, pero ambos, con espíritus viejos y claros en lo que somos y queremos en la vida, hemos inventado formas de felicidad y hoy día compartimos mis memorias de otros tiempos y ella me cuenta las que va creando. De mi infancia a Nicole solo hay amor, amor, amor…





Reflexión a 3 días: Se trata de apasionarse

Con los años, me he dado cuenta y asumido que soy una persona que me mueve las pasiones; no sólo las que tienen que ver con la carne, sino la pasión en su forma más pura y natural. Esa pasión ha ido de la mano, letra a letra, con el sustantivo aventura. Así que mi vida en mi filosofía disciplinada, tal vez lo único disciplinado en mi existencia, es Carpe Diem en pasión y aventura. A través de los años, he conocido y tenido personas en mi vida que han enriquecido ese viaje por la vida viviendo conmigo esos momentos y enriqueciéndolos. Para colmo, mi hija también lo vive así. Quiero hablarle de tres de mis pasiones: Las aventuras, la cocina y la fotografía; La poesía será algo que reflexionaré en otro texto.

Una de las cosas que me ha gustado más desde pequeño es vivir aventuras. Siendo un niño pobre aprendí a crear aventuras en mi mente y ver las cosas desde otra mirada. Por ejemplo, cuando veía en el Canal 6 la serie del Quijote, cogía un pedazo de madera y me iba detrás de mi casa, cerca de la quebrada, donde la yerba era alta y esos matojos eran los dragones que me tocaba derrotar; siempre mi gran adversaria fue la palma de coco que nunca pude vencer. Con mis vecinos, como les conté, era nuestros juegos por la quebrada, buscar frutas, aprender de juntos de la vida, subir a la montaña por la barriada y otras cosas de niños; también hacer competencias con barcos de papel. Luego, aprender se volvió también una aventura así también el viaje caminando, a veces agotador hacia cada una de las escuelas que asistí (Ahí aprendí a que la mente tomara control del cuerpo y tener siempre sonando, como un mantra la frase: esto es parte de la aventura, esto es parte de la aventura, esto es…). Igual, mi padre nos llevaba a los sitios que sus carros podían llegar, de paseo y así, viajar por mi isla me dotó de una sensibilidad y siempre me preguntaba que había más allá de las cosas: Más allá de donde llegaba el carro, de dentro de los árboles, en la punta de las montañas, dónde comenzaba el río, cómo sería llegar a X sitio, y cosas así. Así que aventura y adrenalina se volvieron, y desde entonces han sido, un binomio indivisible.

Ese sentido de aventura con los años lo fui llevando a otros niveles de intensidad. Ya con capacidad propia de movimiento, con gente de diferentes lados que fui conociendo y hablándome de sitios en sus pueblos, con personas amantes de las aventuras, con mi hambre de conocer y buscando información, fui explorando lugares comenzando, desde muy joven, por un lugar en el balcón de mi pueblo y que se ha vuelto para mí en un sitio de constante peregrinación, de encuentro de paz, belleza y de mí: El Cañón de San Cristóbal. De ahí me di a la tarea de conocer, visitar y caminar todos los bosques de Puerto Rico y hasta ahora solo unos muy pocos me faltan. Mis viajes como escritor son también de por sí una aventura en donde uno se  da cuenta que lo más importante y que llena a uno no es solo el llegar a un sitio, sino el camino hacia él lleno de paisajes, de contrastes, de lugares pintorescos, de retos mentales y físicos, pero al fin y al cabo, un viaje hacia el interior de uno mismo desde nunca uno volverá a ser la misma persona. De ese modo, he recorrido casi todos los pueblos de mi isla en donde hay unos que amo más que otros, pero que en todos tengo una memoria, una historia, un pedazo de mí que se ha quedado.  Hay miradas que han traducido cosas, el olfato dejado memorias, el tacto sensaciones y así soy como un álbum viviente de cosas sensoriales que de por sí es una aventura tenerlo dentro de mí  y cada cierto tiempo poderlo retocar. Amo visitar lugares históricos no solo los lindos turísticos, sino otros que hay por toda la isla entre malezas; Caminar por el mar de día o de noche y hacer snorking para adentrarme en ese mundo de silencio tan lleno de colores y vida; Explorar montes no solo las rutas que todo el mundo conoce, sino aventurarse a buscar otras como ver un riachuelo y subir montaña arriba buscando el ojo de agua que le da vida; Y cosas así por el estilo. A fin de cuentas, la sensación de sentirse completo, lleno, satisfecho, más humano y el suspiro, luego de vivir cosas con sensación de aventura, es trascendental y no se puede comparar con nada en el mundo.

Mi pasión por la cocina llegó viendo el gusto con que mi abuela materna cocinaba, cómo jugaba con los olores y colores, y su cara de felicidad al terminar cada plato o receta aunque llevara 40 años o más cocinando del mismo modo. Una vez me acerqué a ayudar a mi madre y descubrí que ella era machista porque me dijo: “Puedes mirar, ayudar en algo, pero se supone que es tu hermana la que me tiene que ayudar”. Me fue chocante porque quería ayudar y aprender, pero fue una buena lección. Mi abuela no; Ella desde muy joven ponía en mi mano ingredientes y me hablaba de cada uno de ellos y para qué eran buenos; Me dejaba echarlos y hasta aceptaba alguna sugerencias mía; Me daba a probar y me preguntaba si estaba bien, luego ella probaba y si le faltaba algo, me decía porque no estaba exactamente bien, luego probábamos ambos y así fui afinando mi paladar. Esa idea de mezclar cosas que me parecían chocantes y contrastante en colores y texturas, las formas que iban tomando las cosas en las hoyas, la sensación que creaban los olores, los cortes a las cosas, todo eso me marcó y con el tiempo me he dado cuenta que es algo que trato de hacer cuando escribo.

Con los años fui desarrollando más esa pasión por la cocina. A lo que había aprendido con mi abuela, le sumé sabores, olores, colores e ingredientes que fui ganando con los años ya fuera preguntando a la gente que cocinaba cosas que me encantaban, leyendo y luego probando cómo salía la unión de X o Y cosas con lo básico que sabía, y debo decir que la mayoría de las pruebas fueron y han sido exitosas. Así, he ido creando mis recetas originales las cuales he estado escribiendo en un documento porque algún día me gustaría publicar un libro de X cantidad de recetas con poemas. Cocinar es una aventura de sabores que no sólo me conecta con mi origen, sino con una tradición antigua que mi abuela heredó de su madre y abuela y así sucesivamente. Me apasionan los olores, los sabores, los juegos de contrastes, el explorar nuevas posibilidades en la cocina, el sentarme a degustar el fruto de lo hecho. Algo que mi abuela también me enseñó es que el secreto de toda cocina está en hacerlo todo con amor; Que ese es el ingrediente que hace todo posible. Ese mismo secreto se lo ha pasado a mi hija; A veces cuando cocino, le digo: “Hija, échale una pizca de amor a las habichuelas”; Ella viene con su sonrisa, se agarra el pecho y hace como si estuviera sacándose algo y dejando caer algún polvo mágico en la hoya; A veces lo he probado y por hacerlo diferente, le digo que le ponga más y me ha dicho: “Nene, deja para otro día”. Y así la cocina toma otra dimensión, un sentido de amor y aventura, además de una continuidad con gusto.

La fotografía llegó como un gusto que no vi venir. Tal vez viene de esos recuerdos que desarrollé muy joven cuando mi papá viajaba de emigrante agrícola a EU y la fotografía de nuestra cámara instantánea Polaroid, cuyos cartuchos comprábamos en el Cine Foto del pueblo y así las que él nos enviaba desde allá, me dotaron del poder que tiene esa máquina para hacer cosas y transmitir momentos, sentimientos e historias. Mi primera cámara fue una de royo que me regaló mi padrino Javier. Esa cámara viajó conmigo el año que me fui a vivir a Tampa, Florida y con ella aprendí, bajo la necesidad a tomar imágenes que transmitirán lo que yo estaba viviendo, sintiendo y más que el lugar, sus peculiaridades.  Luego, al regresar, tuve una Sony digital y con ella pude hacer más cosas, pero me sentía algo limitado porque no podía, en algunos casos no tenía la capacidad para capturar toda la magnitud de lo que sentía; Así que tuve que aprender a darle otro giro a las fotos para lograr sentir y eso me llevó a estudiar por cuenta propia lo básico de la fotografía. Ese básico me conectó con la poesía y desde entonces mis poemas como mis fotos, tomaron otra dimensión y sentido.

Más adelante tuve una cámara digital que fue un buen taller y con el cual hice cosas muy buenas; una Kodak. Luego se de varios años se dañó, sentí un gran vacío y estuve casi tres años sin una. Si tuve celulares con cámara, pero luego de probar algo bueno, tomar fotos con eso era un resuelve que ofendía mis sentidos al no poder capturar la magnitud de lo que vivía o sentía.  Un día caminaba matando tiempo por Sears de Plaza, pasé por el área de las cámaras por casualidad y una, que no era la más vistosa comparada con las profesionales, me llamó la atención y escribí en mi mano el modelo para buscar información. Lo hice y me impresionó mucho la crítica y los vídeos en Youtube; De hecho, una chica británica tiene un canal dedicado a la cámara con vídeos de cómo usar cada una de las funciones. Así descubrí que no fue casualidad ese día y ese encuentro.  Se me dio dar unos talleres de poesía y de ahí pude sacar el dinero para comprarla y ya tenemos 3 años de relación de mucho placer sensorial no solo por las imágenes, sino porque las mismas hay olores, texturas y otras cosas que van más allá de la mera foto.

Con mi cámara he descubierto y explorado mi gusto por los detalles, por las pequeñas cosas, por las que la gente muchas veces no se fija. Así tengo colecciones de lámparas, aparatos, rostros, lugares, Lunas, manos, entre otros. Disfruto de ir a actividades a tomar fotos capturando la energía de la gente, de las historias particulares que pasan.  Así tengo de muchos amigos poetas, músicos, entre otros; fotos que han utilizado tanto para sus perfiles de redes sociales como para promociones para presentaciones de los mismos. Ha sido gratificante el leer los comentarios que deja la gente sobre los que he fotografiado porque eso les devuelve o revela el amor y admiración de sus familias, seguidores o compañeros y al final de cuentas, eso hace a uno como los otros más sensibles, más humanos y reconectados con la esencia. Cuando tomo fotos, no busco capturar con mi lente las cosas o personas, sino su espíritu; Ese algo que me estremece y que hace del momento y del asunto uno único e irrepetible. Cada momento, cada gesto, cada detalle, cada ángulo es único porque la luz, el enfoque, el sitio exacto en que uno se pare, la apertura del lente, no se repiten y hace de cada foto algo único. No busco el ángulo perfecto, no busco seguir la teoría de quienes estudian la fotografía como una ciencia, sino ese algo que juega entre la norma y la no norma, lo que se debe o no se debe, pero que lleva mi sello y esa esencia que no se puede enseñar ni estudiar y me tomaré mi dosis de ego para decir que: Una foto sin un artista, es una mera foto. De ese modo, mis fotografías son una extensión de mi poética y mi poética una extensión de mis fotografías y de ese modo no solo trabajo un arte en 3D, sino en muchas más dimensiones.

La vida es un viaje único, que no se repite, fugaz, pero con muchas posibilidades. A veces escucho decir a la gente que la vida va a prisa. Les tengo un truco para que retomen el tiempo a su ritmo real o hasta lo detengan: Atrévanse a mirar, vivir, sentir cada segundo, pero no ahora y luego después, sino todo el tiempo. Ahí, en ese fragmento que podría pensar insípido de tiempo, descubrirán que cada uno es una cajita china llena de mundos y de posibilidades. De ahí, se atreverá a conocerse y lanzarse a la real aventura, sin gríngolas, para viajar por toda nuestra mágica y gran isla a otros países, a otras profundidades, con una vista clara y unos sentidos sin miedo dispuestos a develarnos los misterios del universo y de nosotros mismos. A fin de cuenta, se trata de apasionarse. 




Reflexión a 2 días: Y se hizo la palabra


Mi pasión principal es la palabra, la escritura, la poesía. Esa pasión me ha dotado de aventuras extraordinarias tanto de viajes, de eventos, de conocer gente que admiraba, y de poderme conectarme no solo con los que gestan la escritura, sino con otros que disfrutan el placer de trabajar otras artes. Ese proceso ha sido uno que no ha dejado de sorprenderme y cada vez me roba un suspiro y sonrisa nueva. Ya de escritor formado, muchas veces me había preguntado de dónde me había venido la pasión por la escritura si en mi casa mis padres no eran lectores como tal y lo único que mami leía era TV Guía, Vea, alguna que otra revista Vanidades y, a escondidas, la revista de temas eróticos Luz; ni nadie en mi familia escribía ni declamaba. Sé que mi pasión por la escritura nació por mi curiosidad innata de la aventura de saber y desde muy pequeño me escondía en una casita de madera sobre el pozomuro de la casa de mis abuelos en donde había un librero repleto con los libros que compraron mis tías y tío para sus clases de las universidades en donde estudiaron. Allí me escondía horas y horas y muchas veces me llevé par de pelas de mi mamá porque me buscaba, me llamaba, no me encontraba y yo no la escuchaba porque estaba concentrado leyendo y descubriendo otras partes del mundo a través de las palabras.  De ahí recuerdo que me apasioné por Pablo Neruda, Mario Bendetti, Roque Dalton, El Quijote, Las Mil y una Noche y El Principito, entre otros, pero estos que he mencionado fueron muy especiales. Mi abuela materna, con quien me crie, era muy devota católica y de la Virgen María; Una mujer que no tenía nada suyo y que desde pequeño recuerdo que la acompañaba o me enviaba  a llevarle comida a un señor ciego que vivía solo y que se movía en su casa por una serie de cables, como una tela de araña, que lo llevaba por todos los lugares de su residencia y él conocía cada una de las rutas a dónde llegar; Y yo iba con ella a llevarle la fiambrera y escucharlo conversar. Igual a dos hermanos pobres que vivían en el barrio. También la acompañaba a visitar enfermos a quienes les llevaba la comunión, conversaba con ellos y les oraba con unas sencillas oraciones y con un fervor profundo más allá de su melodioso susurro. Siempre que íbamos a San Juan a visitar a mi tía Raquel, tan pronto nos montábamos en el carro había que rezar un Rosario y a cada uno de mis hermanos y madre nos tocaba un misterio. Cuando estaba con ella en su cuarto, hablábamos de todo pero la oración era parte fundamental de ella pero no le obligaba a nadie a creer, solo ella creía y mostraba el camino de la fe para que cada cual tomara su camino. Desde muy pequeño me enseñó una oración que ha sido muy poderosa y que en momentos que he sentido sombras, han desaparecido inmediatamente; la oración del ángel de la guarda.  Igual, recuerdo que una vez había unas fiestas patronales y el vecino de una hermana de mi abuelo que vivía en la barriada El Coquí, del pueblo de Aibonito,  estaba por morir y entré con mi mamá a su cuarto; En eso llegó el sacerdote para la unción de los enfermos, nos mandaron a salir, pero yo me escondí entre la ropa de un closet que no tenía puertas; pensé que estaba loco porque podía ver una luz entre blanca y amarilla que salía del cuerpo de aquel anciano en un cuarto semi oscuro; el sacerdote le oró y cuando puso un óleo sobre la frente de aquel hombre, su luz desapareció; Al entrar su hija, explotó en llanto porque había muerto. Todas estas cosas, con los años, me ha hecho darme cuenta que esa pasión mía por la palabra tuvo su origen en esas primeras lecturas y en conocer el poder que tiene la palabra desde las oraciones de mi abuela y frente a la misma muerte.

Mi vida como escritor tiene tres etapas: Esas primeras letras en la escuela superior, mi vida universitaria y luego de graduarme. Sobre esa primera etapa, fueron poemas que escribí sobre ese amor de escuela superior que hoy día pienso que más que algo real, fue algo que creé desde la idealización de la necesidad de una “musa”, a lo Dulcinea, pero con el toque de un tal Neruda del cual, en aquel entonces, yo decía que podía ser mejor que él. Así, esos primeros textos fueron escritos en la parte de atrás de mis libretas de mis clases las cuales aún conservo. Los poemas en esa etapa fueron de temas de amor y desamor, llenos de rimas, pero curiosamente con imágenes que se han ido repitiendo a través de los años como la Luna, el mar, el silencio, el juego con íconos religiosos, entre otros. En mi cuarto año me dio con participar en un certamen literario y gané un certificado de participación. Recuerdo fue bien frustrante para mí porque pensaba que era el mejor, pero igual lo vi como algo que no me limitaría a seguir escribiendo y a más de 20 año sigo escribiendo y con una carrera definida. Ese certificado aún lo conservo y cuando voy a dar charlas o lecturas a escuelas y universidades, lo llevo para que los más jóvenes vean que todo se trata de creer en uno y no dejarse llevar por los obstáculos.

La segunda etapa fue la de los tiempos universitarios. A nivel creativo, fue una etapa de mucho crecimiento. En encontrarme cada a cara con contemporáneos que escribían desde mi primer año en la cafetería de la universidad fue algo que me impresionó y que me dio cuenta que mis pensamientos y sentimientos otros los sentían de modo similar y cuya escritura me hacía a la vez repensarme desde otros espacios. Mi poesía paso de algo muy simple a cosas muy complejas por la influencia que uno sentía de escritores que estudiaba, lecturas que nos compartíamos compañeros, y la experimentación que uno hacía de estilos, lenguajes, estructuras, temas, etc. Aun así, desde aquel entonces gente que me leía o escuchaba, ya decía que tenía un estilo particular diferente a todo; Yo no lo veía y pensaba que lo decían como un acto de amor y apoyo. Sin embargo, al leerme ya de grande me doy cuenta que había una voz se sentía entre tanto ruido en esos textos. La experiencia de formar y dirigir el Círculo de Español ha sido algo fundamental en mi vida. Como ya les comenté en otra reflexión, fue mi formación como líder y aprendí el poder que uno tiene de marcar las vidas de otros con las decisiones que uno toma y saber que uno en esa posición no le toca tomar las acciones que necesariamente son más populares, pero sí las más justas para todos y para alcanzar unas metas del colectivo. Aprendí lo fundamental de trabajo colectivo y junto con mis compañeros, crecimos mucho compartiendo escritos, organizando actividades y en nuestras tertulias no oficiales. Nuestro grupo era diverso y de cada uno de ellos aprendí mucho. En ese entonces, tuve la primera oportunidad de hacer un viaje como escritor en el 1997 a Santo Domingo al Primer Encuentro de la Joven Poesía Miguel Alfonseca, donde se fueron conmigo en esa loca aventura (no tengo aquí espacio para contarles, pero que fue genial de exquisito aprendizaje) Pablo Alexis Santos y Jorge Rodríguez, y en donde tuve el privilegio de ir con tres escritores que me han honrado con su amistad e influencia: Mayra Santos-Febres, Gallego y Edgardo Nieves-Mieles. Igual, con una visión más de mundo, comencé a ir a actividades al área metropolitana. Conocí un grupo exquisito de personas adultas que se reunían los domingos en la Biblioteca Carnegie que leían poesía, llevaban un escritor invitado y al final cada uno de los miembros del grupo llevaban comida y se volvía en una cena de un lindo compartir; allí conocí a Elsa Tió. También conocí escritores exquisitos con el grupo que Mairym Cruz reunía en el segundo piso de la Librería Papirus detrás del Teatro Tapia. Sin embargo, un grupo que sí me marcó fue el que se reunía a hacer noches de poesía frente a la Plaza de Armas del Viejo San Juan, en el café, y que se llamó Cuatro Estaciones; allí conocí a Lady Lee Andrew, Raúl Gorras, entre otros tantos escritores que me enseñaron el poder la poesía de la calle. De igual modo, como organización estudiantil entablamos lazos con el grupo de la UPR de Ponce en donde logramos en colaboración de ambas universidades publicar una antología. Igual con el grupo de Mayagüez que nos dimos a la tarea de participar y asistir a eventos de ambos grupos nuestros. Fueron años muy intensos en donde hice la práctica en la calle, en la vida y que fue la base para el escritor que soy hoy.

Mi vida adulta como escritor tuvo el verme como tal luego de haber tenido el accidente de dar, por mera casualidad en un apartamento luego de una noche intensa, en una mesita de noche, con el libro “La palabra del árbol”  de Elena Poniatowska, libro que recoge unas cartas que se intercambiaba la narradora con el gran escritor mexicano Octavio Paz. En ese libro, en la primera página, había una cita de un poema cambió mi vida y que, en buen puertorriqueño, me hizo decir: “¡Puñeta, eso es lo que yo habría escribir como el mejor verso de mi vida!”. El fragmento decía:

Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo
           de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca del horno donde se hacen las hostias”

Quise leer el poema completo y fui a la biblioteca a sacar libros del escritor; Luego de leer tres, di con el que contenía el poema: “Libertad bajo palabra”, libro que años después encontré en Borders y lo compré aunque me quedé el resto de la quincena si dinero. Ese poema me marcó tanto, literalmente que cuando me quise tatuar por primera vez pensé en un lagartijo y un día buscando en internet ese poema, que no tenía que ver nada con ese animal, lo encontré ilustrado por la imagen que había soñado como que me quería tatuar; así lo hice unos cuantos años más adelante.

En el 2000, Vicente Rodríguez Nietzche, fundador del grupo Guajana, convocó un encuentro nacional de jóvenes poetas. Ese evento se llevó a cabo en Casa Aboy en Miramar y allí nos conocimos muchos escritores que andábamos por la vida haciendo cosas. De ahí salieron varias iniciativas entre nosotros mismos los “jóvenes” escritores y nos dimos a la tarea de llevar a cabo varios proyectos que nos unieron como grupo. Awilda Castro, que en paz descanse, y yo comenzamos a hacer noches de poesía en lo que era Enlaces Café en el Viejo San Juan en donde estuvimos casi un año haciendo esos eventos todos los meses con lleno total. Luego, eso se calló y comencé a organizar noches de poesía en Aquí se Pude en el Viejo San Juan el cual consolidó nuestro grupo; Noches donde fueron escritores tan importantes como Rosario Ferré, Manuel Martínez Maldonado, Vanessa Droz, Etnairis Ribera, entre otros; Ahí estuvimos casi 3 años. Luego, el sitio cerró y nos mudamos a la Fundación Nacional para la Cultura Popular en el mismo Viejo San Juan. Ahí se añadió el elemento musical a nuestros micrófonos abiertos en donde participaron músicos como Mijo de la Palma y Walter Morciglio entre otros; Ahí estuvimos poco más de 5 años.  De ahí, saqué un tiempo para trabajar otros proyectos y luego me di a la tarea de hacer otras noches de poesía en distintos pueblos de la isla. Desde hace dos años, hemos estado fijos haciéndolas en El Mirador, frente a la UPR de Cayey, todos los primeros miércoles de mes entre otras en otros pueblos.

He tenido la dicha de vivir cosas intensas como escritor: Viajes a otros países donde he vivido cosas muy especiales y conocido escritores que me han brindado su arte y amistad; El compartir tarima con escritores con los cuales me formé como estudiante y hoy disfruto de su amistad; de modo particular, Gioconda Belli y recuerdo, como anécdota, la primera vez que Luis Rafael Sánchez , quien se encontraba hablando con uno grupo de personas, yo me acerqué a saludarlo, y lo escuché decir: “Con permiso, regresó ya que tengo que saludar a un amigo poeta”, se me acercó y dio un abrazo llamándome querido poeta; Poder recorrer y conocer gran parte de los pueblos de mi isla ya sea por lecturas en los mismos  o por mi gusto de hacer paradas en las travesías; De conocer gente maravillosa que hace la carga de la vida más divertida, liviana y le da sentido y que han tenido la valentía y gusto de regalarme su amistad, se preocupan por mí y muchas veces me ofrecen una cama o lugar donde pernoctar ya sea por los viajes o sencillamente regalándome espacios de paz; Publicar dos libros y otro en camino han sido cosas trascendentales no solo para mí, sino para mi pueblo y mi familia, algo que no vislumbraba su alcance. Crear el proyecto de En la Orilla que más que una página web, ha sido un espacio para encuentro, para que los escritores de mi grupo o generación se conozcan y lean, y una forma muy especial para exportar nuestras letras, ha sido un trabajo arduo que me ha llenado de placer; Lo reviviré este semestre.

He vivido una vida muy digna como escritor. Sentir el orgullo que siente mi hija por lo que hace papá, nunca deja de aguarme los ojos y saber que el sacrificio vale la pena. No soy un escritor a tiempo parcial sino a entrega completa. Eso ha significado sacrificar tiempo de mi familia en especial de mi hija; Tiempo con mis amigos; Los gastos naturales del carro porque normalmente en las actividades no hay  pago (mi carro es un sobreviviente como yo, una parte de mí, comprado 0 millas en 2001 y hoy día sobre 236,000 millas); Y aún uno riesgo a la vida uno. Sin embargo, lo he hecho y seguiré haciendo con gusto. Prefiero y aspiro a que el día que la muerte me alcance esté haciendo cosas y no entre miedos, con las manos atadas, entre arrepentimientos o haciendo algo que no sea placentero. Todo en la vida es mi forma de hacer patria y, como dijo Don Pedro Albizu Campos, “La patria es valor y sacrificio”. He nacido muchas veces, pero nací, definitivamente, cuando se hizo la palabra…
 



Reflexión a 1 día: Cuarenta cosas sobre mí

1- Nombre completo: Angel L. Matos González
2-  Lugar donde vivo: Barrio Asomante, Aibonito, Puerto Rico
3-  Su bebida favorita: Cerveza y vino tinto
4-  Dos canciones favoritas: “Las cosas que no pude responder” (Marwan) y “No me pidas ser tu amigo” (Fernando Delgadillo)
5-  Sitio que quisiera visitar: Backpaking por España
6- Color favorito: Verde
7-  Comida favorita: Arroz blanco, habichuelas guisadas y carne de guisar acompañada por papas fritas
8-  Deportes favoritos: Football americano, baloncesto, baseball y football soccer
9-  Lugar favorito en Puerto Rico: Cañón de San Cristóbal
10- Película favorita: “El lado oscuro del corazón”
11- Prenda preferida: Relojes
12- Condiciones médicas: Asma (cuando me da catarro), gastritis (cuando hago desarreglos), alergias (cuando el clima está rebelde)
13- Escritor favorito: Octavio Paz (México)
14- Nombre del primer amor: Carol Gutiérez del Valle
15- Aventura más especial en mi vida: Un baño de mar desnudo con dos personas muy especiales en la última luna llena de un año
16- Un día que me marcó: Una noche en la Bodega Andrew Solé donde conocí a alguien muy especial
17- Tatuajes: Hasta ahora dos (cada uno con su historia): Una lagartija en la espalda y un barco de papel con una Luna en la muñeca derecha
18-  Cosas que me molestan: La indiferencia, el discrimen, la traición
19- Rasgos negativas en mí: Sobre apasionado, explosivo, demasiado expresivo, con tendencia a mentir (pero he ido sanando eso)
20-  Rasgos positivos en mí: Bueno amigo, pareja, amante; solidario con los míos; buen confidente; amante de servir a los demás.
21- Mi estilo de música favorito: Nueva trova
22- Número favorito: 7
23- Dos momentos más feliz en mi vida: Cuando nació Nicole y cuando conocí el amor de mi vida
24- Sueño de mi vida: Llegar al doctorado en literatura y abrir una librería/café/bar bohemio
25- Filosofía de vida: Carpe Diem con un toque de aventura y pasión
26- Playa favorita: Canal de Bahía Ballena
27- Momento más triste en mi vida: Cuando murió mi abuela Margarita
28- Pasatiempo favorito: Practicar deportes con mi hija y sobrinos
30- Apodo: Mi familia me dice Papo o Papito
31- Tres palabras que me describen: Intenso, pacífico, creativo
32- Música que bailo: Merengue, bachata, bolero, brinco con el rock, lo básico de plena
33- Lugar favorito para hacer el amor: En la naturaleza
34- Pasiones creativas: La cocina, fotografía y escribir
35- Cosa a lo que me da miedo: El vértigo
36- Súper héroe favorito: Wolverine
38- Lo que quería ser en la vida de niño: Astronauta
39- Persona que me gustaría conocer en persona: Joaquín Sabina
40- Persona más importante en mi vida: Nicole Matos Ramos





Reflexión del día del cumpleaños




A mis cuarenta

Tengo cuatro décadas trabadas en los dedos
miles de minutos bañados de historias nómadas
millones de segundos entre nostalgias y sonrisas desveladas
todos los calendarios y relojes danzando en mi sonrisa.

Tengo todos los viajes intergalácticos que nunca he hecho
hay constelaciones girando en memorias marinas y de montañas
tengo una Luna que deshabitó la noche para poblar mi muñeca
una colección de estrellas dibujando la forma de mis labios.

Tengo peces saltando de entre mis ojos
aquellas aguas que se mojaron bajo las estrellas
un rayo que sigue dibujando mi cuerpo naufragante
sobre una cama en donde se tatuó un para siempre.

Tengo mi niño y me hombre traviesos
hay aventuras que juegan con la niña de mis ojos
hay maldades que se fraguan en escondidos horizontes
sorpresas que no acaban de sorprenderse y sorprenderme.

Tengo un corrillo de poetas vivos y muertos jugando con mi sombra
un conjunto de cantautores celosos poetizando mis historias
viajo sobre libros como mariposas en pentagramas de sueños
y llevo en mis costillas todo un pueblo aruñando mi suspiro.

Tengo cuatro décadas que no caben entre tiempos
soy la nostalgia que se hizo hombre y habitó mi carne y otras,
la palabra clandestina que revolucionaria se encarnó de abismos
el ángel sin alas ni patria ni cielo, solo verbo, escape, lucha, en fin, poeta.