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viernes, diciembre 10, 2010

Noche de luna llena a tres cuerpos...


Un cuerpo


Era el uno
y el uno era un cuerpo multiplicado en tres
eran las olas, la brisa, los cangrejos, los mosquitos;
era la noche silente bajo la luna llena
y el plateado de los cuerpos y de las formas
en el silencio, en la corriente, en los roces de las cosas;
era ese día ya oscuro
y la luz no hacía falta en el cuerpo repetido en tres
era el olor, la sensación, la complicidad de las estrellas en su danza.
Era un uno que se hacía eco.


Dos cuerpos


Era un dos
y un uno que se friccionaba con otro uno sin sumas
al ritmo de las cosas en el vuelo de las horas;
eran dos siluetas
que en mítica alquimia se fusionaban insolubles
bajo la tímida mirada de aquella luna redonda como sandía;
eran una duplicidad
que fraguaba bajo la noche la complicidad encuentro
entendible, flexible, invisible, indisoluble.
Era un dos que se diluía en el viento.


Tres cuerpos


Eran un tres
y el tres era uno a uno a uno que se sentían
bajo el concubinato inclemente de energías intrigantes;
eran unos ellos
dibujados y dibujando la desnudez de su carnes
por el pincel plateado de la luna y la humedad del mar intranquilo;
era la múltiplo de tres
que bajo la marea se hacían un uno o dos punto cinco
al ritmo de una nota matizada por deseos inconclusos.
Era un tres y unas ganas que las secuestraban las olas al menos por ahora.