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martes, septiembre 24, 2013

Noche de poesía "Bajo embrujos"




En la Orilla

Invita:

Noche de poesía en Open Mic:

Bajo embrujos en El Mirador


Un open mic para todos y todas las que quieran embrujar y dejarse embrujarse...

Miércoles 2 de octubre de 2013

8:00 PM

El Mirador Pub y Coffee Shop
(Ave. Antonio R. Berceló #205, frente a la UPR en Cayey)

jueves, septiembre 05, 2013

Poema bajo la lluvia




Esta noche sabe a poesía;
un rumor de palabras se cuela entre la neblina,
trazo versos sobre el manto blanco
al ritmo de un aguacero de terciopelo.

Sobre la espesura un rumor de negruras
hay cierta conspiración en el reflejo en las gotas,
hay ondas bailando entre hojas mojadas,
un areito de misterios desvestido de estrellas.

Afuera la lluvia bañada de nostalgia de ranas
en una sinfonía de aguamarinas voces huecas;
adentro el sensual tiritar de la vela desteñida
al ritmo de alguna respiración inconclusa en el espejo.

En estas horas me desnudo de desnudeces,
tiendo sobre mi piel una voz plagada de gemidos,
tatúo sobre mi lengua la fantasía de tus aguas,
me visto de tus mensajes ardiendo entre madrugadas.

Al final queda la canción que arde con un nombre,
una mirada punzada del deseo que se desea,
unos cabellos enredados al filo de algunas ganas
alguna palabra que te mojan sin aguas.

lunes, septiembre 02, 2013

Crónica de un día de naturaleza y mar en Guánica



El sábado 30 de agosto de 2013 fue un día especial y más allá del lugar que uno puede visitar cualquier día, los compañeros de aventura fueron los que hicieron del día uno único. Aquí te comparto la crónica en palabras e imágenes de ayer. Qué lo disfruten...



El sábado 30 de agosto me levanté sintiéndome en una continuación del día anterior ya que la adrenalina, la ansiedad y el hambre de aventura me quitaron las ganas del sueño.

4:30 AM:  Sonó la alarma; con apenas 2 horas de dormir me desperté de un salto lleno de energías y con una agenda en mente de cosas por hacer antes de salir. Calenté mi café con leche, recogí el sandwish que me había preparado el día anterior para desayunar por el camino, tomé los bultos – el de la expedición y el de cosas para la playa luego de la misma-, me cambié de ropa con mucho entusiasmo, y llegó la hora de partir.

5:00 AM: Al sentarme en el carro tuve un momento de silencio con los cristales empañados de mi carro por el rocío, el fresco de mi Aibonito, y bajo una cúpula estrellada; ese breve tiempo se hizo infinito para sentir la primera caricia de naturaleza y vida, ese aliento que me habría de acompañar todo el día y dar gracias al Universo por el privilegio que me regalaba de haberme despertado como me desperté  y de lo que estaba por vivir. Así partí acompañado de música y poesía, de muchas ganas de por vivir, y con un sentido de libertad profundo. Tomé la primera foto; Mi reloj con la hora de partida.

Salí bajo una media Luna que me acompañó gran parte del camino y pude ver ese cambio de la sombra a la luz que marca el pasó de la noche al día; cómo el cielo se pintaba de colores en trazos pasteles en una pincelada fina que te tomaba de la mirada y te llevaba a lo profundo del  alma hasta robarte un suspiro. Al cruzar por Ponce me detuve en la autopista para capturar ese sublime momento. En el camino por la carretera al punto de encuentro, me sorprendió un poderoso sol que se deba un baño de mar en una esquina y tuve la indiscreción de detenerme a capturar con mi lente ese sublime momento.

6:50 AM: Así continuó el viaje muy placentero hasta llegar al portón de playa Tamarindo en donde casi por una sincronía mágica, no planificada, pero que al pensarlo ahora sería el tono de la aventura con los compañeros de comunión de energías, todos comenzamos a llegar al mismo tiempo; Carro tras carro fuimos llegando y presentándonos y en cada rostro y mano podía sentir placer, paz, necesidad de lo que íbamos a vivir, adrenalina y calor humano a pesar de ser extraños. Allí muchos de nosotros con cámara en mano comenzamos a fotografiar varias aves y la textura suave y sutil del agua marina en esa área.

7:30 AM: Nuestro grupo de geniales guías se presentaron oficialmente, hablaron sobre el bosque, contaron como sería la travesía y comenzamos la misma; claro, también tomar notas del menú para el almuerzo en el cual se nos daba a escoger entre rofbeef relleno de amarillos o costillas en salsa de guayaba, ensalada verde o coditos, y todo con arroz con habichuelas incluido. Casi todos los compañeros nunca habían estado en esa mágica playa de arenas blancas, de gran vida marina, de aguas tranquilas y de una paz como pocos lugares en el mundo. Caminamos por una vereda hasta llegar a un área en donde hay una formación en la roca caliza al lado del mar que forma un ojo o ventana según cada persona lo quiera ver y percibir. Ante esa naturaleza y ese mar con tantos tonos azules, cada cual comenzó a tener intimidad con la naturaleza y nos dispersamos para sentir y capturar algunas imágenes con nuestro lente. Disfrutando ese placer seguimos conociéndonos el grupo e intercambiando historias, conocimientos, pero sobre todo, calor humano y amistad. De regreso de ese lugar al área de la vereda hacia la cueva, recogimos basura porque ahí la gente piensa que esconderla en las uvas playeras o yerbas deja la playa limpia y es triste ver tanta basura en un lugar tan especial y da tristeza la falta de consciencia, sin embargo pusimos algo de nuestra parte. Durante ese camino, nos detuvimos a tomar fotos en el área de una de las lagunas del busque la cual estaba llena de aves, pero que el ángulo del sol imposibilitaba tomar buenas fotos, pero que era perfecto para simplemente respirar profundo y maravillarse ante las cosas tan increíbles que tiene nuestra isla y que casi nadie conoce y si no lo conoce, menos lo puede valorar y cuidar.

Regresamos al portón de playa Tamarindo donde comienza la vereda La Cueva; allí nos hidratamos, orientaron sobre lo que podíamos ver e iba a pasar y comenzamos ese recorrido. Fue muy enriquecedor el viaje porque veíamos los cambios naturales de la flora de ese bosque seco y así la fauna y sonidos que aun en el cual nuestras voces no violentaban el mismo sino como que integraban al lugar. En ese recorrer, todos fuimos compartiendo con todos y cada vez me sentía más dichoso de la maravillosa gente que el universo me había regalado para acompañarnos a vivir lo que estábamos viviendo; todos y cada uno fueron especiales y teníamos una sensación de hermandad y unidad profunda, algo que creo que nunca había experimentado en un grupo tan grande como los veintisiete que éramos.

Para vivir el placer al máximo, el grupo se dispersó a lo largo de la ruta siempre para disfrutar. Llegar al área de la boca de la cueva, ver ese hueco  en un juego de sutiles luces y oscuridad, produjo un aumento en la adrenalina muy único. Poco a poco comenzamos a entrar ayudándonos unos a otros mientras íbamos sintiendo ese placer que da la confabulación colectiva al descubrir algo nuevo y tan lleno de energía, además de antiguo. Comenzamos en una de las cámaras de la cueva y a medida que íbamos de una a otra se iban haciendo cada vez más grandes y profundas. Las paredes de la misma eran un arte natural impresionante por la gama de colores tan bien seleccionados y tan bien puesto por la naturaleza y eso con el juego de luces y sombras, producían una sensación de  placer y sorpresa que les confieso es difícil de describir con palabras. En una de esas salas, había una piedra enorme con forma de nariz la cual nos explicaron fue tallada por los indios taínos para quienes la nariz tenía un significado muy importante. Detrás de esa roca, había un hueco que conducía a dos cavernas más profundas; en una de ellas nos contaron que llegaba a un área donde hay aguas y que se encontró una tarja del ejército de EU puesta poco después de la Guerra Hispanoamericana y que se piensa que esa cueva en algún momento se usó como polvorín o lugar para guardar armas. Yo me asomé a ver si se podía bajar, pero era difícil con la ropa que tenía y con una lámpara en la mano; al ir saliendo, a pesar de ser un cabrito criado corriendo por montes, por la humedad me tropecé, caí un poco y me corté un chin el antebrazo lo cual me fue muy divertido y me reí porque hacía muchos años que no me pasaba. La gente se preocupó por la insignificante herida y les decía que yo era como Carlitos Colón que cuando ve sangre es que se pone rudo. Luego llegamos a la sala más grande de la cueva la cual es impresionante y en la cual nos contaron más historias sobre la misma. Así, entre marcas de fango, guano, polvo, pero con rostros de placer, satisfacción y de haber vivido, fuimos poco a poco saliendo de la cueva por donde mismo entramos. Al salir de la misma, nos dirigimos a otra cueva. Al llegar a la misma, llamaba la atención lo enorme de la abertura de la misma y el sonido intenso de los murciélagos. Lo especial de esa cueva era ver en la entrada de la misma la presencia de tres petroglifos que me parecen pre-taínos; Fue genial estar en ese lugar con esa presencia histórica que siempre sorprende a uno como la primera vez. De ahí emprendimos el viaje de regreso con una mezcla emociones sazonadas con un hambre sabrosón.

12:15 PM: Al regresar al punto de partida, ya nos esperaba la comida. Cada cual tomó el paquete que contenía lo que cada cual había pedido y nos fuimos caminando a un piso de cemento al lado del mar en playa Tamarindo. Creo que en una combinación entre la belleza del mar, el digerir lo vivido y un hambre atroz, hubo un silencio casi sepulcral mientras comíamos. Luego nos estuvimos abrazando e intercambiando información para seguirnos viendo y compartiendo aventuras. Ahí llegó el momento de hacernos la foto de grupo la cual fueron como 15 por la cantidad de cámaras, pero muy divertido. Una vez todos satisfechos, el viaje seguiría hacia ver un árbol de guayacán que tiene más de cien años y que está localizado cerca del área de Ballena. Como yo esperaba unas amigas para darnos un baño de mar, no los acompañé pero fue bien lindo y especial el cariño de la despedida y los planes de pronto tener una aventura aquí en mi pueblo en el Cañón de San Cristóbal al cual ninguno ha ido; Y eso viene pronto…

1:10 PM: Me quedé en mi carro bajo una sombra de un árbol viendo cosas en mi celular en lo que mi amiga Lizzy llegaba de Ponce. Allí digería lo vivido y sonreía. Cuando Lizzy llegó nos fuimos a buscar un lugar dónde ubicarnos. Encontramos un árbol cuyas ramas con sombra llegaban a medio camino entre él y la playa. Allí nos pusimos sunblock, le conté algunas historias vivida en esa playa, nos dimos un shot de chichaíto con parcha que yo había hecho y llevado, y pal agua. El sol no estaba tan directo sino que por ratos se apagaba un poco; el mar estaba casi planchado; el agua clara que te podías ver los pies, y la brisa una caricia que creaba música a su paso. Así conversamos de todo un poco mientras disfrutábamos del mar. En algún momento salimos y nos dimos varias copas de vino mientras veíamos el mar y conversábamos. Fue interesante que unos muchachos que estaban en otra área de nuestro árbol, tenían de mascota y cerdito enano negro y fuero muy agradables con nosotros al darnos hielo y permitirnos poner en su neverita la botella de vino. Cerca de las tres de la tarde llegó Glenda y fue un gran gusto que llegara luego de atender varias personas en su profesión de psicóloga en Santa Isabel. Allí seguimos poniéndonos al día mientras la tarde iba cayendo y el cielo seguía tornándose de otros tonos que realmente robaban el aliento. Ahí decidimos irnos a picar cosas típicas puertorriqueñas al área de la placita del barrio Ensenada de Guánica. Caminamos al estacionamiento y de ahí partimos. Al salir, me di cuenta que eran las seis y cincuenta AM, exactamente la misma hora a la cual había llegado dice horas antes y me pareció algo mágico ese detalla, un mensaje del universo como si con ello cerrar un ciclo dejando atrás muchos pesos en mi vida.

7:10 PM: Llegamos a la plaza de Ensenada justo al cruzar la antigua central en donde entre hierros torcidos, moho y abandono, aún sigue la zafra entre fantasmas de otros tiempos. El sitio tiene varios kioskos con frituras y hasta comidas más fuertes para escoger. El sitio estaba con mucha gente y otra que seguía llegando mientras en un lugar iban montando un equipo musical y una persona nos dijo que tenían esa noche un evento especial. Al juntarnos Glenda, Lizzy y yo, y movernos hacia buscar dónde beber y comer, de frente a nosotros, como si se abriera todo en un túnel, vimos un cartel de Medalla y debajo otro que decía cervezas bien friiiiiias. Así que entendimos eso como un mensaje del universo y hacia allá nos dirigimos. Pedimos un round be cervezas mientras Glenda pedía sus tradicionales mollejas en escabeche y Lizzy y yo decidimos compartir una orden de chicharrones de pollo con tostones. Nos sentamos en una mesa cerca del kiosko en lo que nos preparaban la orden mientras veíamos aquel alucinante paisaje tropical fiestero tan clásico de nuestra cultura no oficial. Cada una de las personas allí eran personajes típicos de nuestra isla como una mujer que se guardó una cajetilla de cigarrillos Winston en su brasier, los hombres con pipas históricas de cervezas, mujeres con al menos dos talles de ropa menos de la que les toca, pero todo el mundo en su mundo, sin fijarse en nada ni nadie, sino con ese deseo de pasarla bien. Yo, como no soy tímido para eso, fui conociendo a par de personas hasta me atreví bailar par de merenguen con Lizzy aun cuando nadie estaba de pie bailando, pero no importaba, lo disfrutaba como todo el mundo y además, era un forastero que creo que nadie conocía. Nos trajeron los chicharrones en un plato plástico desechable sencillo pero bien presentado todo y con un mayoketchup que estaba espectacular.  Glenda, que parece que estaba pasando hambres, pidió en otro kiosko una empanadilla de mero y otra de pulpo y fue feliz. Luego de dos round más de Medallas y al comenzar a tocar un grupo cuyo cantante realmente lastimaba nuestras fibras auditivas además de los de otras mesas cercanas, decidimos partir hacia nuestros rumbos luego de un threesome de abrazo.

11:13 PM: Llegué a Aibonito. Con casi sin carga en el celular, no hablé básicamente con nadie. Esa intimidad me fue necesaria para digerir lo vivido y ver cómo sería mi vida en adelante porque definitivamente no sería igual. El viaje estuvo en paz aunque aún la adrenalina seguí por todo mi ser; me pregunto cómo se vería mi aura si alguien la hubiera fotografiado ese día. En fin, llegué lleno de satisfacción, de paz, de memorias inolvidables y con la certeza de haber redescubierto lo que realmente es vivir. El día me regaló un paisaje  que de por sí fue un arte de colores que cambiantes en armonía; descubrir lugares que uno pensaba posible y no sólo desde lo que yo veía o vivía sino también desde los ojos de otros que me contaban su experiencia de lo que iban viviendo y sintiendo;  de un día de mar en una de mis playas favoritas en tanta paz y con tan especial privilegio de compañía; el haberme conectado con la gente común de nuestros pueblos y haber disfrutado como otro más sin editarme; el regresar en una noche forrada de estrellas y sintiéndome redescubierto y más humano que nunca

1 de septiembre del 2013, 10:09 AM: Sonrío con placer y adrenalina y espero con ansias la próxima aventura.