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miércoles, septiembre 08, 2010

Anti oda a la tos

Abro la boca y lo que sale no son palabras
son ondas sonoras húmedas
poco sensuales,
poco pecables,
poco perdurables,
Poco deseables
que no cantan ni enamoran
que no convocan amantes
ni leyendas antiguas o nuevas;
que no generan deseos
más allá de una suplicada distancia
que no toque,
que no llegue,
que no convoque,
que no redima;
es el angustioso canto hondo
que se hace más dolido en la noche
cuando caen las sombras
y el silencio suplica su espacio
y entonces
resuena el pecho,
un ardor poco placentero nace,
una cosquilla seduce la garganta,
un sombra se hace evidente sobre las horas;
es que ante ella
la noche y el día son
de un pájaro la misma baba,
la misma clave que sonea fuerte
transgrediendo los acentos de las lenguas,
que al leerla evoca recuerdos
a media voz sobre calendarios olvidados,
sobre camas o muebles inmensos como la soledad,
sobre cuartos o carreteras pequeñas ante el ahogo;
es que ahora que visitas
tu presencia se me hace poco ortodoxa,
hay deseos terribles que salgas de mi carne,
que deshabites el calor de mi pecho
que te suda y conjura maldiciones,
hay unas ganas de no tenerte ganas
que seduce hasta las fibras de mis huesos
hasta el punto de casi no querer nombrarte.
¡Oh hereje tos que te apoderas
haciendo vibrar cada fragmento de mi humanidad,
no te quedes ni te salves al filo de mis labios,
no me dejes pronunciar en silencio tus apodos,
aleja de mí este cáliz indecoroso
que no deja dormir mis delirios ni desvelos!
¡Oh tos, mi maltrecha tos,
hablando claro,
no jodas más conmigo!