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miércoles, junio 28, 2006

Estar o algo así...



Estoy en pausa,
está lento el tiempo de reloj,
las aves vuelan como antigua película
cuando el color sólo estaba en la mente;
estoy demente
una fiebre cubre mis momentos
viajo sobre tierras, planetas, galaxias
llevo conmigo una placenta de recuerdos
pero estoy navegando el suelo;
estoy sin color
mis manos son raíces aferradas al suelo
mis alas de ángel decoran un cementerio
-como un trofeo-
y mis palabras escriben solas mi esquela;
estoy desnudo
las máscaras las quebró el viento y cayeron
mi carne estaba en ella y sangré lágrimas,
las mías y las de ella, la de la leona,
y mis huesos conjugaron el verbo correr
y dejé tatuados pedazos de hombre en una carretera;
estoy mirando
mientras el espejo muestra un esperpento de sombra
vacío desde que el sentir se hizo imposible
-y no supe ni sé lo que es en el temor-
y cómo me dueles mujer de letras y sueños
en la incertidumbre de este cuerpo de mármol viejo;
estoy sin estar
en cada esquina de lo cotidiano voy muriendo
las aguas de mi cuerpo son ahora nubes ámbar
tu adiós no hace eco ni en ti ni en mí
-aún hay pedazos tuyos y míos nuestro mundo-
y la luna sigue su ciclo cada 30 días;
estoy y sólo eso sé
sin saber ni ser, sólo estando o pensándolo
en la agria noche donde caen estrellas
y en un amanecer que me trae un sabor a vida
y renazco como el fénix de entre las llamas
sobre el péndulo de un verso
sin decir adiós porque los caminos no terminan
sólo chocan,
y nacerás, sí, porque te has parido
y has puesto piezas en este hombre de miel
y un día te miraré de cerca
y tal vez
otro sean los versos.

martes, junio 27, 2006

Dijiste adiós...

Dijiste adiós
cuando apenas comenzaba
a extrañarte
y me preñabas
de sentimientos,
de calor,
de la palabra amor
y de un sentir intenso.

Dijiste adiós
cuando hiciste un barco de papel
en la noche
y te fuiste
callado
navegando un río
rojo
remando una lágrima.

Dijiste adiós
cuando en una fiebre te pensaba
y creaba tu rostro
transparente
y tu mirada era un mar
azul
y tu piel era el Caribe
cuando rumbeabas en mi vientre.

Dijiste adiós
cuando despuntaba el día
a contra luz
y me dolía el amor
y me latían los sentidos
y sentirte era real
y estaba lleno de ti
amamantando tu nostalgia.

Dijiste adiós
cuando apenas te me hacías palabras
dejándome
lleno de verbos y adjetivos
que te nombraban
como al cuerpo que fue tu templo
y ahora me quedo llorándote
en un silencioso vacío.

miércoles, junio 21, 2006

Pensando en palabras

A un tiempo de haber comenzado este espacio, es la primera vez que le doy aliento de letras que no son versos. Hoy no me huele el poema; las manos me están áridas. Me cuestiono mi propio arte, mi propio trabajo, mi propia pasión porque yo soy lo que escribo y hoy, ayer, antes de ayer y mucho antes de antes de ayer, me siento ser el hueco negro más profundo de todo el universo. ¿Cómo hacer palabras que se sientan si no sé sentir, sino sé ser, sino no sé vivir? ¿Cómo y de qué forma mirar las palabras cuando uno rostro, el de ella, está en cada palabra?

Llevo muchos años tomando palabras, haciendo palabras, sintiendo palabras, pariendo palabras. Las he tomado y retomado y le he dado la forma que he querido. Cada vez que moldeo una palabra hecha de letras, hago y construyo una parte de mí. De tal modo, escribir ha sido una proceso de construcción dual en el cual mientras creo me creo. No puedo concebir un escrito mío en el cual no esté; en el cual no sea; en el cual no esté mi pasión, mi sangre, mi muerte y resurrección. No hago las palabras por la moda ni por quien me leer, pero me gusta el desnudo –no lo niego- y cuando nace un texto el cual llega tus ojos, invisible lector, puedes ver fragmentos de mi piel y de mi alma; de ambos porque son indivisibles.

Hoy, miércoles, 21 de junio de 2006, me pesa la vida y como mi palabra es mi vida como ya te confesé, me pesa es escribir. Tomar este segundo para expresar, despojar, desdoblar mis manos y convicciones para hacer esta herejía que hago en este momento, me da un dolor intenso, una angustia, pero a la vez cierto placer masoquista; como dijo una vez Frida en su lecho de muerte: “El dolor sin mí no puede vivir”. En esta mañana que como todas he bebido la calle y me centro a orillas de la ciudad, de la capital, escribir es ese dolor, esa vida que da muerte, y que duele y que se siente y que se ve. Escribo para que me duela, para reírme de mi debilidad, de mi desnudo, de mi sensible insensibilidad. Me hinco con palabras sabiendo que en todas hay un reclamo, un grito, un ensordecedor silencio, y el aliento de la muerte en mi oído izquierdo.

Ahora caen lo segundos. El paréntesis en que está el hombre, éste que te escribe voyerista lector, se derrite y se dispersa por las alcantarillas de este espacio virtual sin que el dolor y el desespero me sean virtuales. Respiro el aire cargado, pesado con en la cúspide del Everest en donde la frontera entre las estrellas y el mar es tan uniforme, cercana, asfixiante. Los minutos caminan lentos; no hay historias por guardar porque no hay a quién contarlas; no importan las experiencias e inexperiencias porque no deseo guardarlas para un texto ni contarlas a ser que habita mi interior. En este momento, sólo cae el día pesado como el tapón de las cinco de la tarde, y ya me he dado la dosis de muerte en la calle, en estas palabras, en este punto final.

martes, junio 20, 2006

...



La calle
fue hoy un cementerio
donde yacían voces
un ataúd cargaba un hombre
y era yo
y era mi silueta
que mi mirada verde
en el verde monte
en le verde lago
en el verde vacío
el dolor era azul
y gris
y anaranjado
y no cabía nada
ni olía nada
ni sentía nada
ya el sentir es la nada
sin saber qué sentir
si acaso siento
pero pienso y duele
y duele el pensar
y callar
y enmudecer
sin ser
cayendo
nadando en la nada
cuando el todo se oculta
y me oculto en todo
y sigo vacío
gestando en mis entrañas
un cuerpo minúsculo que se escapó
y hoy nace
y me nace al llamarme nadie
al bautizarme olvido,
adiós,
algún día,
ya no me llora la carne
porque el corazón
ha monopolizado mis aguas
estoy seco por fuera
cuando adentro soy un mar
como siempre he sido
bautizando de angustia
unos labios,
un alma herida,
y quedarme como ahora
contemplando mi inmundicia
y cayendo lento a un pozo
donde sombras me esperan
sabiendo que no habrá sol ni luna
pero así me lo he ganado
y seré la nada
como siempre he sido
y me vengo con dolor
en palabras.

lunes, junio 19, 2006

La lágrima del adiós...



Me arden los ojos.
Cuelgan de mis párpados
musgos de lágrimas
hay la estalactita de un adiós
latiendo en un silencio
entre los cristales cerrados
de algún vehículo
en alguna ciudad
donde se repite un grito
en un vientre que es templo
el cual un minotauro transgredió
con su sabor a muerte y vacío
-y cómo duele morir y vaciarse-
y ahora se pierde en la distancia
la que él mismo tejió azul
un manto de mentiras grises
de verdades a medias ámbar,
y de eso hoy solo quedan ruinas
y un pequeño gladiador que se levanta
en el silencio
que un hombre lloró
lo que no defendió en su miedo
en ese mar frío que lo acurrucaba
cuando caían los soles y las lunas
y el laberinto se hacía estéril
y el hombre se hacía estéril
y se esterilizaba la angustia
deletreando a-d-i-ó-s
al caer el último día
y escuchar a lo lejos
un zumbido en el de un llanto
y mis lágrimas
hacen un mar
que no se encuentra
que mata
que se mata
y desaparece
para
siempre.

viernes, junio 09, 2006

"Mar adentro"

A Ramón Sampedro
Quién dio vida y amor a la muerte
y me regalaste una lágrima
aunque nunca nos conocimos


Hay días en que cierro los sentidos,
en que dejo a la deriva los sueños pasados
e imagino mi último día;
entonces rostros hacen procesión en el recuerdo,
me abruman las sonrisas plagadas de voces,
me redimen las miradas cargadas de penas inertes
y me enfrían los adioses a escondidas;
ensordece mi despedida los adioses a gritos,
una luz neón me llama en una calle de adoquines orinados
mientras tatúo en mis huesos un último verso
y un mar es una lágrima agridulce y clara
y un barco de papel me espera en un puerto desierto
donde sirenas topless hacen guardia de honor a mi nombre
y me despido como llegué, vestido de silencio,
y me voy desnudo al otro lado a jangear entre los otros
cuando cae la noche sobre mis párpados grises
y la luna besa mis labios cuarteados y secos;
cuando nadie me mira me deshago de todo
y me voy sin voces con un verso sangrándome las manos.