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lunes, junio 19, 2006

La lágrima del adiós...



Me arden los ojos.
Cuelgan de mis párpados
musgos de lágrimas
hay la estalactita de un adiós
latiendo en un silencio
entre los cristales cerrados
de algún vehículo
en alguna ciudad
donde se repite un grito
en un vientre que es templo
el cual un minotauro transgredió
con su sabor a muerte y vacío
-y cómo duele morir y vaciarse-
y ahora se pierde en la distancia
la que él mismo tejió azul
un manto de mentiras grises
de verdades a medias ámbar,
y de eso hoy solo quedan ruinas
y un pequeño gladiador que se levanta
en el silencio
que un hombre lloró
lo que no defendió en su miedo
en ese mar frío que lo acurrucaba
cuando caían los soles y las lunas
y el laberinto se hacía estéril
y el hombre se hacía estéril
y se esterilizaba la angustia
deletreando a-d-i-ó-s
al caer el último día
y escuchar a lo lejos
un zumbido en el de un llanto
y mis lágrimas
hacen un mar
que no se encuentra
que mata
que se mata
y desaparece
para
siempre.

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