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domingo, mayo 29, 2016

Diario de un poeta viajero: Festival de Poesía Joven Amílcar Colocho en El Salvador - Día 3


Día 3

El día comenzó temprano. Melissa Lucha me despertó antes de que sonara la alarma. Me llevó a desayunar al centro de Quezaltepeque. Caminar por las calles es un increíble contraste a la soledad y silencio del lugar en la noche con la actividad comercial intensa del día y el ruido que genera entre la gente y los diferentes modos de transporte público. Tan pronto se sele de la calle en donde está la casa, llena de paz y silencio, el pueblo se vuelve un caos interesante de gente, productos, negocios, pero sobre todo, de rostros y las historias que juego a imaginar en cada persona que miro fijamente. Si bien hay muchos locales en donde reinan las mueblerías, tiendas ropa y calzado deportivo, de artículos femeninos, lo más impresionante es el mercado informal. Las aceras de muchas de las calles del pueblo están invadidas por personas que con carpas, madera y hasta troncos de árboles, han montado sus negocios ambulantes y día a día llegan muy temprano para poner sus productos a la disposición de la gente. Sin bien son personas particulares y no hay un orden, parece que la competencia los ha llevado a organizarse. Por ejemplo, hay calles especializadas en productos de ropa de hombre, otra de mujer, otra de carnes y pescados, otras de frutas y verduras, otras de cosas para celulares y así por el estilo. También está el vendedor que no tiene local ni negocio en acera, como una mujer en que cada brazo cargaría cerca de 20 brasiers de diferentes colores y tamaños. Aunque es una competencia feroz, la gente no se te abalanza para que compres y no te sientes hostigado; Más bien maravillado ante la diversidad, pero también hasta un poco triste porque tal vez mucha de esas personas pasarán su día ahí bajo el inclemente clima y peligro para ganarse unos pocos dólares en el día si acaso.

En medio de ese tumulto, desayunamos en uno de los sitios favoritos de Mely en donde preparan pupusas. Como ya sabía que llenaban, pedí solo dos y cometí el error – del cual les contaré luego- de comer exceso del curtido con el cual se acompaña dicho plato nacional y que debe comerse con los dedos. Es interesante ver los rostros de las personas que preparan el plato y la pasión de servicio que ponen; Por ejemplo, no reparan café, pero una señora al lado mío quería uno y se lo consiguieron. En ese país, casi todo lo de tomar se envasa en botellas de lo cual los vendedores de las mismas velan celosamente porque el que compra se las devuelta para reciclarlas; Inclusive los padrinos de gaseosas son en botella.

De regreso a la casa, Otoniel estaba listo para irnos a San Salvador en donde en la tarde se llevaría a cabo la presentación de las 8 colecciones de poemas de los 8 poetas internacionales que participaríamos en el Festival. San Salvador es una ciudad enorme y, como toda capital, muy movida en tráfico de carros y transporte público ya que mucha gente acude a la misma para actividad económica o gestiones; Así que el tráfico es intenso como en cualquier otro lugar. Algo que debo mencionar es que, aunque manejan bastante rápido y haciendo movidas radicales de vez en cuando, hay un respeto por el otro conductor y todo se vuelve como un caos ordenado.  En una de las luces me agradó ver un grupo de cirqueros haciendo actos malabares para que la gente le diera dinero. Igual, que mucho alumbrado de las calles era solar.

Cerca de las 11 AM llegamos a la hermosa y enorme casona en donde sería la presentación; Era el Edificio Patrimonial Villa Guadalupe. Esa enorme casona estaba fuertemente custodiada por guardias del gobierno armados con ametralladoras y perteneció a un hacendado. La casa tiene más de 100 años y la Asamblea Legislativa de El Salvador la había adquirido para que fuera utilizada para fines culturales. Contaba en su exterior con un teatro improvisado al aire libre, esculturas y se estaban construyendo alrededor de la misma una estructura que albergaría un anfiteatro para 1,200 personas y una biblioteca. Dentro de la casa y en el primer piso, había una exposición fotográfica de una masacre contra ciudadanos que se había llevado a cabo a mediados de Siglo 20; Además de un enorme salón en donde se llevaría a cabo la actividad. El cuidador de la casona, me llevó al segundo piso aún en  reconstrucción en cuyos cuartos hay pinturas, réplicas de muebles y cuadros con fotografías. Realmente es un lugar muy acogedor, lleno de mucho potencial y en donde se respira arte.

En Villa Guadalupe dejamos las cosas dela presentación mientras conocimos allí un grupo de jóvenes cirqueros que utilizaban la casa para reunirse. De ahí fuimos a almorzar a un restaurante chino cercano. De camino, vi al primer indigente en la calle, uno de los muy pocos que vi en los diez días allí; Dormía en el suelo, cerca tenía en donde guardaba su dinero, pero nadie se lo robaba. También pasamos un área de moteles urbanos y cerca un putero y también lo que a todas luces eran unas prostitutas a puro mediodía. En el restaurante chino, curiosamente el arroz no era como al que estoy acostumbrado; Más bien era como el que ellos preparan tradicionalmente que es como el que llamamos en Puerto Rico a la jardinera. Dicho arroz lo pedí con carne de res y traía ensalada –en la cual casi siempre va incluido pepinillos- y unos panecillos; Muy bueno todo, por cierto. El sitio era tipo comedor en donde entraba variedad de personas. Inclusive, entraron dos señores con guitarra cantando unos boleros y algunas personas le dieron dinero.

De regreso al local del evento, ya tomaba más vida: Habían llegado unos artesanos, personas que iban a vender cosas de comer se ubicaban y conocí un pintor que también hace arte en camisas y a quien le compré una porque me gustó mucho la técnica, estilo y colores. Se ubicaron las mesas de los libros; La banda que iba a tocar luego de la presentación preparaba sus cosas en tarima. Ese día llegarían directo del aeropuerto al evento muchos de los escritores: Mis compañeros de México, Colombia y Costa Rica llegaban por avión en horas cercanas y vendrían todos juntos en el micro bus; Mis cuates de Honduras harían lo propio en una guagua desde su país en un trayecto de cinco horas.

Casi para comenzar, llegó el micro bus y casi simultáneamente los hondureños. Como era el primero que había llegado y el mayor del grupo, me tocó recibirlos. Ese primer encuentro auguró lo que sería esos días juntos porque hubo una gran química desde ese primer abrazo y beso. Creo que se debió a que todos nos habíamos leído antes del viaje y que Otoniel había creado varios grupos de mensajería en Facebook y ya habíamos intercambiando informalmente conversaciones esporádicas. Las primeras en bajarse fueron Eliana Maldonado y Yenny León, las colombianas. Yenny tenía una energía muy intensa y fresca, de mirada observadora y fluida; En Eliana se sentía mucha madurez, su forma de mirar profunda y escudriñadora, sonrisa chispeante y una vibra física que erizaba los vellos. Luego se bajó Carolina Quintero, de Costa Rica, una joven poeta que parece una muñeca de porcelana, pero muy alegre, intensa, sonrisa refrescante, con un silencio que habla y de una mirada particular que me llevó a decirle en un momento durante la presentación: “Tu mirada huele a peligro”. Seguido Daniel, de México, que estaba en el fondo del micro bus. Daniel es un tipo profundo, introvertido en algunas cosas, sincero y extrovertido en otras más y en el transcurso de los días, hicimos gran amistad. Caminando llegaron Armando y Emin, de Honduras. Armando llegó medio callado, pero luego sacó su personalidad alegre, explosiva en comentarios jocosos pero inteligentes y su buena vibra. Emin era más callado, siempre vestido elegantemente, pero con gran inteligencia y conocimiento en sus comentarios. Más tarde y comenzado el evento, llegaró Carmen Quintero quien tenía un vuelo más tarde que los demás. Carmen es una mujer callada, de mirada pausa, que da una sensación de profundidad y que en su voz y detalles lleva mucha intensidad.

La presentación de los libros fue un acto muy bonito y hasta emotivo. En primer lugar, cada libro fue una colección de veinte poemas que cada uno de nosotros envió. Otoniel escogió un título para cada uno que, según mis compañeros y yo, fue preciso en el de cada cual. En segundo lugar, ninguno había visto el libro montado; Ni siquiera yo que ya llevaba dos días en la casa. En tercer lugar, el conocernos todo en puro acto poético con nuestras respectivas poéticas frente a todos. Para presentar los libros, Oto escogió un poeta salvadoreño contemporáneo para cada libro. Si bien cada presentador fue variado, así también el estilo de cada uno de nosotros. Siempre es emocionante celebrar la publicación de un libro de poesía, es doble de emocionante si es de un amigo, pero cuando son ocho aún mismo tiempo, es difícil explicar lo que se siente tanto por el texto mismo así como por estar todos juntos apoyándonos y celebrándonos.

Cuando terminó el evento, ahí comenzó oficialmente nuestro compartir. Afuera, una banda rock con punk vestidos de payasos y la cantante de la Catrina le dio un toque surreal a la tarde. Los escritores pasamos a un área en donde había algo de comer y tomar para nosotros. Nos juntamos en la parte del lado de la casona y allí comenzó nuestro intercambio cultural degustando tanto lo que nos parecemos como lo que nos diferenciamos. Es un feeling inexplicable el compartir de en persona con compañeros escritores latinoamericanos de trayectoria en las letras a pesar de nuestra juventud y el mirarnos de igual a igual; De esas cosas que uno nunca soñó que pasarían y estaba pasando a este hijo de los campos de Puerto Rico.

En cierto momento, nos montamos en el microbús (como le llaman a las guaguas pequeñas) y de ahí nos fuimos a casa de Iliana Alfaro, hermana de Marisol, en donde tendríamos nuestra primera cena como grupo.  De camino, el micro era un rico revolú de acentos, historias, risas, curiosidades. La casa de Iliana está un complejo de casas con control de acceso. La seguridad en El Salvador es un negocio necesario y evidente y cuyos guardias siempre están armados con escopetas de alto calibre. En la casa nos recibieron con mucho cariño. Allí todos nos conectamos al WIFI, cada cual enviando mensajes a los suyos de que habían llegado bien, poniéndose al día con las redes social y escribiendo en las mismas los bien que lo estábamos pasando. La cena y el compartir se enfocó en los aspectos culinarios de nuestros países, fue exquisita, pese a que Eliana me negó el tomarme una Pepsi y me sometió a una Fanta; Pero fue en broma y fue un acto muy gracioso que para nada tomé a mal.

En la casa de Iliana se quedarían Eli y Yanny; En casa de un tío de Otoniel, Daniel y Emin; En la casa Armando (quien sería mi roomate) y las hermanas Quintero. Para hacer espacio para nosotros en un acto que rebasa toda humildad, el cuarto en que yo me quedaba era el de Otoniel y Marisol, en donde se quedaron las hermanas Quintero, de sus hijos. Oto, su compañera e hijos se acomodaron todos en el cuarto de la mamá de éste; Kike pasó toda la semana con nosotros durmiendo en un colchón en el piso de la sala; Mely se quedó muchas noches en la casa durmiendo en un mueble. Para cualquiera de nosotros sería una incomodidad, pero en esa casa reina el amor y el arte y cada noche lo último que veías era una sonrisa así como lo primero que te encontrabas en la mañana; Todos los días y todas genuinas y llenas de satisfacción.

Esa noche, menos la colombianas, todos llegamos a casa de Oto y, como latinos, teníamos ganas de tomar cerveza. Así que juntos fuimos a un colmado cercano a la casa en donde personas se reunían afuera del mismo en parte huyéndole al calor y en otra parte conversando sobre el diario vivir; Gente simpática, alegre y jovial. Así regresamos a la casa en donde tuvimos nuestra primera noche de cervezas la cual se repetiría cada una de ellas hasta el último día juntos.


Cansado, en algún momento me fui a la cama. Al otro día teníamos un paseo y luego la apertura. Esa noche medité de mi vida y le daba gracias al Universo por haberme hecho escritor y puertorriqueño y me acosté con una de esas sonrisas que duelen en la quijada.



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