Día 2
El día comenzó temprano en la mañana con un buen desayuno
en El Maguillo (Así le llaman a un área en el patio detrás de la casa debajo de
un árbol de mangó). Desayunamos huevo frito con cebollas salteadas por encima,
tostadas de pan, tamales con un queso blando medio agrio y café. Días antes de
viajar, y como yo era el primero que llegaría del grupo de escritores, Otoniel
me había preguntado si podía tener un conversatorio con un grupo de jóvenes escritores
estudiantes universitarios sobre mi experiencia como escritor, la gestión
cultural y el viajar. Desde el primer momento le dije que sí, que me encantaba
la idea. Disfruto el compartir mis experiencias como escritor y más con otros
pares porque todos siempre salimos aprendiendo algo nuevo.
El conversatorio iba a ser en San Salvador, pero antes
nos tocaría ir a un programa de radio y al aeropuerto a buscar a Daniel. De camino, Otoniel me contó varias cosas muy
interesantes. Por ejemplo, que en Quezaltepeque hay una cárcel muy importante
en la cual están presos la mayoría de los líderes de la ganga de los Mara Salvatrucha,
que el gobierno había ordenado a las compañías de celulares bloquear la señal
de los celulares en un perímetro alrededor de la prisión y que dichas
compañías, en represaría por esa orden, habían bloqueado al poblado completo.
Otra historia interesante es que pasamos por la fábrica de Coca Cola y frente a
la misma, en el propio terreno, hay unos edificios antiguos que sirvieron por
décadas como matadero (¡Irónico!), que durante la guerra civil fue escenario de
matanzas y ejecuciones de parte del ejército y que hay gente cuenta que hay
presencia de espíritus en las mismas en donde han escuchado lamentos, pasos,
sonidos de cadenas, entre otros.
Ese día nos transportó uno de los dos choferes que
durante esos días fueron nuestro apoyo. El señor Enrique era un hombre humilde,
buen conversador, muy respetuoso y dispuesto, alegre y de unas facciones
indígenas muy fuertes. Antes del conversatorio, estuvimos de invitados en una
emisora de radio FM para hablar sobre el Festival. En el edificio de esa radio
había varias estaciones. Nos entrevistó un hombre y una mujer muy amenos y con
muchas ganas de conocer de uno, de la Isla y del festival. Fue gracioso porque
la entrevistadora me pregunta fuera del aire: ¿Ricky Martin es de allá, verdad?
Obviamente contesté que sí, aunque él vivía la mayor parte del tiempo en Miami.
De todos modos, di gracias al Universo de que no me hubiera preguntado por Dady
Yankee, Alexis y Fido, o Wisin, porque no sé cuál hubiera sido mi reacción ni
mi respuesta.
Luego de salir de la radio, fuimos al aeropuerto a buscar
al escritor Daniel Miranda Terrés que llegaría de México. Mientras esperábamos,
almorzamos en un Pizzahut en el aeropuerto. Luego, fuimos al área por donde
sale la gente y él no aparecía mientras habían llegado varios vuelos y no
teníamos noticias de él por más que le habíamos escrito por Facebook a ver qué
había. Me di cuenta lo mucho que gustan las dinámicas de ver a la gente
esperando a otros; Ese rico fetiche que tengo por mirar a las personas y jugar
a imaginar la historia de cada cual hasta el punto de creérmelas. Vi una escena
muy interesante: Llegó esta muchacha hermosa, de traje mini y ceñido al cuerpo;
Dos mujeres la reciben con mucho cariño; De pronto, de detrás de ellas viene
este hombre con botas y estilo vaquero, gafas de sol y un ramo de flores en mano;
Ella lo ve, se emociona, se le abalanza a besarlo y él la levanta mientras se
le subía la mini dejando ver su tanga blanco tipo hilo dental. Luego de eso y
con el tiempo contado para regresar para llegar al conversatorio, decidimos
irnos (Más tarde en el día supimos que le habían cancelado el viaje y que
llegaría al otro día a la misma hora).
De camino al conversatorio, pasamos por un centro
comercial enorme que se llama Metro Centro; Un lugar muy agringado en cuyas
inmediaciones hay de la mayoría de fastfoods que podemos encontrar acá.
Llegamos a una casa que sirve de sede para el Partido Social Democrático, cerca
de la Universidad de El Salvador, como a las 3 PM. El grupo estuvo compuesto
por 10 jóvenes escritores. Les hablé de cómo me hice escritor; De mis
experiencias en grupos de escritores; De mis viajes; De lo que es y conlleva el
publicar, entre otras cosas. Ellos tenían mucha curiosidad por saber cómo es la
vida en Puerto Rico, el movimiento cultural, la situación política y económica,
entre otros; Temas que para contestar cada uno de ellos sería de por sí casi
interminable, pero hice mi esfuerzo y ellos estuvieron complacidos. Inclusive, hicimos un ejercicio de escritura
en el cual les pedí que me describieran lo negro y fue súper interesante y
variadas las propuestas de poemas así como ellos lo eran en sus personalidades
y estilos. Fue una aventura de dos horas y media exquisitas.
Al salir del conversatorio, pasamos por una casa cercana
en donde recogimos una cama que sería ubicada en mi cuarto para uno de los
escritores que llegaría al otro día. Íbamos en una pickup doble cabina. Adentro
de la misma estábamos Marisol (compañera de Otoniel), sus hijos Mariana y Ariel
y yo. Oto y Kike iban en la parte de atrás con la cama. Cuando salíamos de San
Salvador rumbo Quezaltepeque, se veía frente a nosotros una nube densa, negra y
tronando. Íbamos en un tapón y no había pasado 15 minutos cuando comenzó a
llover fuertemente. El chofer trató de encontrar una gasolinera o puente en
donde guarecernos en lo que pasaba un poco la lluvia y que la cama no se
mojara, pero todos los lugares estaban llenos de gente haciendo lo que nosotros
pretendíamos. Por suerte, el boxspring estaba cubierto de plástico y sobre el
matre por lo cual no se mojó tanto. Luego de casi una hora y cuando mermaba la
lluvia, llegamos a la casa. La ropa de Oto y Kike estaba tan mojada que se
podía exprimir. Sin embargo, más allá de coraje había sonrisas de complicidad
por lo vivido y la misión cumplida.
Cuando había parado la lluvia, casi como por acto de
magia, y con todos cambiados, salimos a cenar a un restaurante mexicano a dos
cuadras de la casa. Fue lindo caminar por las calles entre risas e historias.
En el sitio nos recibieron con mucho cariño. La comida fue riquísima y a un
costo muy bajo, claro, desde lo que uno pagaría acá por el mismo plato. Ahí
pude probar por primera vez una de sus cervezas nacionales –la Pilsener- luego de
que uno de los que trabaja ahí me hablara de las diferentes marcas del país y la
diferencia en sabor de cada una. Debo decir que en su textura se puede degustar
sus ingredientes y que tiene un sabor muy similar a mi amada Medalla. Cuando
salimos del lugar, yo iba con una cerveza en mano hasta que todo el mundo se
detuvo y me miró, sentí que estaba haciendo algo muy mal, y es que es castigado
con la ley ingerir alcohol en las calles; Así que de un sorbo me tomé poco más
de la mitad de la botella mientras todos me miraban sorprendidos y regresé al
negocio para entregar la botella vacía.
Al regresar a la casa y utilizando el WIFI, tuve una vídeo
llamada con mi hija. Me hizo muy feliz su cara cuando le contaba las distintas
cosas que había vivido desde el viaje hasta el momento en que hablábamos.
Conversamos cerca de una hora. Luego salí, hablé un rato con Oto y Kike y
cuadramos la agenda del día anterior.
Me di un baño con agua refrescante y fui a la cama
complacido por el día, digiriendo historias, sonriendo y sabiendo que al otro
día comenzaría una jornada en donde ya no volvería nunca más a ser el mismo.
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