Hoy no quiero escribir un cuento o un
poema, sino contar algo que me pasó en un sex shop. Recuerdo que iba con
una vieja amiga caminando por El Condado cerca del Hotel La Concha.
Íbamos hablando de todo un poco, sobre todo quemando a los gringos y esa
cultura mixta indefinida de ese rincón chic de la ciudad capital
llamada El Condado. De pronto, vimos entre varios negocios el Condom
World que está allí ubicado. Con caras traviesas nos miramos y nos
dijimos casi a coro: “¡Vamos a entrar!”. En la entrada una de las
empleadas, una chica trigueña, de cuerpo promedio y con una pancita de
cerveza, de mirada sencilla y de manos que denotan mucho trabajo y poco
cuido, nos saludó y dio la bienvenida seguido de: “Si tienen alguna duda
o necesitan ayuda con gusto los atiendo”. Le dimos las gracias y mi
amiga le dijo que andábamos de paseo y mirando. Así, sin darnos cuenta,
cada uno siguió por su lado explorando aquel lugar desde lo que más a
cada uno le llamaba la atención. El sitio no olía como a otros que había
estado, había más luz, productos más nuevos, mejor organizado;
definitivamente llamaba a provocar suplirse para hacer ricas maldades de
muchos tipos, pero creo que en ese tiempo no tenía víctima.
Perdí a mi amiga de vista; la verdad es
que ella es una chica bajita y se perdía entre los escaparates. Mi
recorrido comenzó por el área de los aceites; recordaba uno de masajes
que calienta de cherry que había comprando como 7 años antes de ese año,
vi que aún se vendía y recordaba que lo había usado en mi primer viaje a
un motel. Seguí por el área de las películas muy organizadas por temas,
pero ninguna me llamó la atención. Al doblar por el escaparate donde
estaban penes plásticos de todos tamaños, colores y hasta réplicas de
personalidades del mundo porno, también vaginas “costume made”, coincidí
con mi amiga en el área de los lubricantes. Intercambiamos algunas
historias, nos reímos de lo que decían algunas envolturas y entre risa y
risa vi que la chica que nos había recibido al llegar se reía con
cierta picardía al vernos disfrutar el momento. Me di cuenta que la
empleada, como quien no quiere la cosa, cada vez se acercaba a nosotros
haciendo como que disque organizaba productos (en todo lo que estuvimos
en la tienda nadie entró); el otro empleado lucía entretenido en su
teléfono celular. De pronto, mientras mi amiga leía una etiqueta de un
lubricante, la empleada dijo con un tono de voz muy amistoso y con
cierta picardía en la vibración de su voz: “Ése es muy bueno para jugar
porque sabe muy rico, pero no es mi favorito”. Así, aquella chica que vi
en su membrete que se llamaba María Estela, nos llevó de tour por el
área de los lubricantes y, aunque fue mera casualidad en encontrarme con
mi amiga en esa área, la pasión, entusiasmo y evidente experiencia y
sabiduría de la chica con ese producto nos hizo seguir con ella por
aquella góndola hasta que nos dijo: “La semana pasada llegaron unos
nuevos. Vengan para que los vean”. Así nos llevó a una góndola en una
esquina exclusiva para ese producto. Nos explicó las propiedades de ese
lubricante casi con conocimiento científico de las tres variedades del
mismo. No sé por qué, pero cuando nos hablaba de ese lubricante sus ojos
brillaban, su energía cambiaba y hasta podría jurar que vi que se le
pararon los pelos de punta. En una nos miró y dijo: “Miren, éste que
está aquí a mi pareja le encanta porque dice que se siente muy natural,
pero a mí me gusta más éste porque la sensación es profunda y se siente
más intenso. Éste otro no lo he probado, pero si vienen la semana que
viene… deja ver… como el martes, les puedo decir qué tal está”. Nosotros
nos miramos con una sonrisa de complicidad y picardía. Como estábamos
cerca de la puerta, nos despedimos de la chica y ella nos recordó que
pasáramos el próximo martes para contarnos qué tal ese producto. Mi
amiga y yo salimos, no mencionamos nada del tema y me preguntó con su
voz musical y sexy: “¿Qué tal si nos comemos un mantecado?”; a lo que
respondí: “Dale que necesito algo que me lubrique… la garganta”. Reímos,
nos abrazamos, sonreímos y seguimos camino a Piu Bello haciendo
piruetas para no ser atropellado por tantos gringos que seguramente no
conocen de ese lubricante tan especial que le para los pelos a María
Estela y seguramente ninguno de ellos entrará a Condom World antes del
martes próximo cuando ella nos esperaría para compartir esa degustación
que seguramente disfrutaría a flor de piel.
***Publicado originalmente en en Intertetuales por invitación de la escritora Marlyn Cruz-Centeno: http://marlynce.wordpress.com/2012/09/23/angel-l-matos-para-el-tema-historias-desde-el-sex-shop-intertextuales-por-invitacion/
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