sin este cuerpo habitado de sombras
de fantasmas marinos y entes marinos
que hacen mar de mi recuerdo,
de esta piel que a veces hizo olas de sudor
y que navego con palabras y silencios
sirenas de espuma en tiempos sin reloj
o ninfas que sólo estuvieron en su cabeza
y que hicieron marullos en sus deseos inconclusos
y poblaron poemas llenos figuras y dulzuras
como soñar con un brownie humeante
en medio de algún shopping center
o como poblarse de caracoles en un mar solitario
o como la soledad de mirarse azul en alguna página
y ser mar de palabras en otros puertos
y habitar la nostalgia con una canción de Filio
y la música ser mar sobre el mal de los minutos
cuando un hombre dice amor entre carros olvidados
y un deambulante lo mira con pena y lágrimas
y sus lágrimas también son un mar en aceras
por donde siluetas toman orillas como gradas
y la calle es la gran pasarela de maniquíes de mármol
el día en que la vida suena a olvido y el dolor
también es un mar que se acurruca más abajo del ombligo
cuando fuegos azotan líneas telefónicas
y la voz es mar que inunda un corazón de ecos
y la sangre también es mar con sargazos de lágrimas
y la ciudad, otra vez, es el arrecife de mi especie
y este hombre, el que escribe, es una ola con palabras
y ese ser que me lee, tal vez tú, una botella con un papel dentro
navegando de camino a quién sabe dónde.