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domingo, julio 08, 2012

Alucinando en el campo I

En la noche de la luna
los cuerpos viajan el tiempo,
un carruaje metálico se vuelve nave
entre voces plagadas de historias
Ante el astuto temblor de lo inesperado.
La calle juega entre luces y sombras
a lo lejos la ciudad parece un nido de cucubanos
que van quedando atrás entre los árboles
y la montaña bañada de neblina.
Así el vuelo se vuelve inevitable
a la luz de un farol el aliento se densa,
las manos vuelan como mariposas,
el sudor se condensa entre flores de piel,
la agonía del contacto hace latir la sangre.
Entre la brisa fluyen las voces
el lenguaje que no necita palabras vocifera
aquellas historias encarceladas bajo las ropas
ante unas manos en abierta y clara insurrección.
La música se vuelve nota que ennota las horas
la combustión que incinera aliento con aliento
en un temblor que sólo el otro conoce y descifra
ante una infinita humedad que inunda los dedos.
Bajo el cielo pecoso de puntos blancos
el silencio ante la exposición se vuelve poesía,
se preña la brisa al filo de un infinito suspiro
en la vibración de dos figuras que se entrelazan
al filo de la envidia de algún envidioso dios.
Así en la noche llena de luna
el tiempo viaja en los cuerpos de regreso,
el carruaje se deshoja como flor a medianoche
entre silencios esgrimiendo verbos entre alientos
y olores tatuándose incalculables en los dedos
al filo de historias que se reescriben sobre relojes sin horas.